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sábado, febrero 16, 2008

LA TINTA DEL DESEO

Primero que nada, agradezco los primeros comentarios recibidos tras mi anterior entrega. Una cosa puedo asegurar: soy lento, pero seguro. Espero no defraudar a quienes muy amable y atentamente han posado sus ojos en estas pretenciosas líneas.

Y sin más preámbulo declaro una primera confesión o descubrimiento, como se quiera tomar: ardua tarea es sin duda esto de escribir reseñas. Ardua y arriesgada.

Ardua, porque no es sencillo narrar la verdadera historia que se experimenta al leer. Arriesgada porque se corre el peligro de caer en la doble trampa del juicio crítico muchas veces odioso o del resumen monográfico. Surge entonces la duda existencial, reseñar o no reseñar... Criticar, resumir... Tal vez soñar.

Mi primera elección tras la fortuna de acceder a este espacio no tuvo que ver con el gusto por la obra de un autor, nada ni siquiera cercano a esto. Más bien la motivación descansó, como casi siempre, en la ignorancia.

Siempre he pensado que detrás de un escritor hay un lector. Corrijo. En un escritor, está latente un lector. Corrijo. Delante de todo escritor, se refleja un lector. Tal vez todas estas fórmulas estén equivocadas y sean totalmente al revés y detrás, en y delante de un lector palpite, asome y suceda un escritor.

Asumirme como lector asiduo, ávido, puede resultar tan petulante como afirmarme como escritor. Pero visto objetivamente el caso, en realidad tal acontece.

El lector, al tomar el libro, la cosa, la vida misma y atragantar sus sentidos con sus formas, colores, sonidos, silencios, dimensiones, atestigua la existencia misma, pero siempre desde una perspectiva limitada a su parcela de realidad dado que no puede abarcar todo. Por lo mismo, es sabido y se entiende al lector como un mero intérprete. Y he aquí el traslape, pues en cuanto comienza a interpretar, da paso a la construcción de un mundo de significados; transforma mediante su testimonio lo observado, lo sentido, y haciéndolo insufla vida y carácter a lo que toca con su imaginación creadora o, si se prefiere, recreadora.

CON LA LITERATURA EN EL CUERPO ENTRE LEGAJOS

Decidí leer a Alberto Ruy Sánchez sencillamente por desconocerlo. Como ejercicio de escrutinio.

Mientras llegaban los libros que me proveería la editorial Alfaguara, encontré en casa un volumen que adquiriera en una Feria del Libro. No lo había más que manoseado. No lo recordaba. Era, es de este autor a quien había visto y oído mentar en dos o tres entrevistas televisivas o periodísticas, y tras las que el hombre además me resultó una persona agradable en más de un sentido. Por lo tanto, esta iniciación partió del acercamiento a tres obras y no sólo a dos; de saludar a un completo extraño como quien sonríe graciosamente y con cortesía al convidado a un cóctel.

Igual que Cantinflas, así como digo una cosa digo otra, y ahora pienso que aparte de lo lucubrado líneas arriba, para que un lector cumpla cabalmente con su labor de escritor, no puede acercarse a su objeto de observación predisponiéndose. Su labor debe ser un poco más ingenua, su mirada ha de ser como la del científico principiante cuya curiosidad inocente le lleva a los descubrimientos más asombrosos.

De ese modo, de entre legajos, tomé el sugerente libro y comencé a devorarlo... saciándome de literatura en el cuerpo. ¿Lo que he ido descubriendo? Decididamente una mano fogosa.

jueves, febrero 14, 2008

BAUTIZAR EL AIRE

Recientemente se me han abierto las puertas de la oportunidad gracias a Alfaguara, Cadena de Lectores y Pauta Creativa. A partir de esta semana y contando seis meses (ojalá se prolongue el plazo para toda la vida y por ahí alguien se fije en mis palabras como algo más que una mera colaboración desinteresada); contando seis meses, decía, nos estaremos viendo por este espacio, amigos lectores, donde podremos comentar la experiencia de leer... y escribir y publicar.
En concordancia con el compromiso establecido luego de mi sorprendente fortuna (nunca me había ganado nada en mi vida), tomaré como un ejercicio cotidiano sentar aquí algunas frases, textos breves o largos, secuenciados o sin hilván alrededor de obras que iré leyendo, saboreando, desjugando para, con su sustancia, bautizar el aire que pueda colarse entre los renglones de este sitio.
A modo de bitácora, suerte de extensión de uno de mis blogs personales y grupo de amistades denominados "Elogio de la Lectura", mismo que forma parte de mi revista electrónica "Indicios Magazín-e", espero satisfacer la curiosidad de más de uno, provocar el comentario puntual, la verborrea indiscreta, la diatriba o el halago. En cualquier caso, buscaré corroborar que la interactividad internáutica es capaz de dar nombres al aire, tal como sugiere en su primera novela el autor que ocupará mis siguientes líneas, Alberto Ruy Sánchez, a quien -como a otros- de una vez aclaro que no habrá de esperar loas, señalamientos, juicios, recelos, sino especialmente vivencia, el resultado positivo o negativo de probar sus silencios envueltos en tinta.
Además, qué mejor que comenzar estas entregas en la fecha del Amor, el Deseo y la Amistad, con una obra del autor mencionado y que concentra ni más ni menos a los dos primeros: "Los nombres del aire".