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domingo, junio 26, 2022

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Calima revisitada o redactando objetivos para la ficción


Hace unos días ocurrió lo terrorífico: mi computadora se dañó por un virus y perdí gran parte de mi información, en especial lo avanzado en la escritura de mi saga Calima. Aunque soy cuidadoso y procuro tener respaldos de mis documentos, lo rescatable fue poco y gracias a que en mi precaución, hábito y gusto primero trazo en papel, pues empezar de cero no ha resultado tan arduo. Además, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga y, en la labor de recapturar o reinventar el proyecto, tuve oportunidad de revisar con ojos nuevos lo hecho y detectar yerros, anomalías, vicios, distorsiones, algunas de ellas con peso específico suficiente como para hacer que la saga tarde o temprano pudiera caer en un barranco de confusión, no nada más para los lectores sino para mí mismo. Así que este freno de mano involuntario vino para bien porque me permitió examinar lo hecho desde la raíz misma.

Enfocando la meta

Normalmente, cuando uno redacta objetivos en áreas como administración o ciencias, la forma de hacerlo es siguiendo alguna de las formulaciones sintácticas como las que desglosé en mi documento “Exponiendo la finalidad” utilizado tiempo atrás como material didáctico para las clases que impartía en las universidades donde fui catedrático. Pero, cuando se trata de proyectos literarios de ficción como cuentos, novelas o guiones para teatro o medios audiovisuales, la formulación no puede ser la misma, si bien téoricamente tiene el mismo fundamento. Hoy quiero poner en blanco y negro la teoría puesta en práctica para beneficio de escritores consagrados o en ciernes.

En literatura, lo que determina el derrotero de la historia es, sin duda y como ocurre con empresas, investigaciones o la vida misma, los objetivos. Pero no cualquier objetivo, sino los más personalizados, los que determinan y justifican la filosofía, la misión y los valores que subyacen y enmarcan a un personaje específico. Y lo digo en plural porque, al igual que en aquél documento, hemos de distinguir varios niveles de objetivación o planteamiento de metas, logros y prioridades.

Distinguiendo finalidades

Por una parte necesitamos distinguir los grandes de los pequeños objetivos. Toda trama se ajusta al contraste en el cumplimiento de dos objetivos contradictorios aunque complementarios, el que orienta al protagonista frente al que orienta al antagonista. Debajo de ellos, los personajes que podemos distinguir en varios tipos tienen a su vez los propios objetivos que sostienen su función narrativa. No obstante la variedad que lleva desde los personajes principales a los incidentales, todos los objetivos, metas, logros obedecen a una misma fórmula gramatical en la planeación, aun cuando sobre la marcha de la historia aparezcan difuminados, fragmentados o expresados de maneras distintas.

Todo escritor de ficción, sea intuitivo o planificador, está obligado por necesidad a tener claro lo anterior, de otro modo se arriesga a escribir una historia carente de significado y finalidad, errática, inverosímil, disfuncional. Es mucho más que solo responderse a la pregunta de qué quiero contar o recurrir a las preguntas periodísticas del qué, quién, cuándo, dónde y cómo sucede un acontecimiento determinado. Esto no debe entenderse como que toda obra literaria debe servir a un propósito utilitarista, sea informativo o formativo, como un martillo o una descripción de puesto en una organización, para ganar dinero o fama, aun cuando semejantes funciones sean inherentes a la obra entendida como medio de comunicación. No deben confundirse los objetivos del autor o de la editorial o del mismo lector con los propios inherentes a la historia y los personajes que le dan curso en tanto relato.

Entonces, para empezar, primero debemos tener claro que en literatura de ficción tenemos dos tipos de objetivos: de acción y de reacción. E iré explicando lo siguiente con ayuda de un ejemplo tomado de la saga que me hallo escribiendo, Calima.

En el primer tipo, el personaje hará o experimentará la aventura para conseguir un logro concreto, alcanzar una meta específica.

En el primer libro de la saga, tenemos a dos personajes que son presentados como aparentes protagonistas de dos tramas paralelas: Homero y Ana. Si yo aplico para cada uno los lineamientos expuestos en mi documento referido al comienzo de estos apuntes podría definir los siguientes objetivos para cada uno así:

HOMERO:

  • (EMAOL) Buscar motivos para redactar su novela Laberinto Bestial aventurándose en una expedición arqueoastromónica en el planeta CA001 ubicado en los límites de la galaxia, en un viaje no mayor a cuatro meses de plazo.
  • (FuBeReVa) Buscando motivos, Homero habrá de viajar al planeta CA001 hallando razones para escribir su novela Laberinto Bestial con la que comienza la saga prometida a su editor, cumpliendo así sus compromisos y hallando un nuevo significado para lo que le reste de vida.

ANA:

  • (EMAOL) Amar a cinco hombres diez años menores de edad que ella como otros tantos diez años mayores que ella, antes de cumplir los cincuenta años de edad, para extraer de ellos un total de 10 ml de semen con el cual procurar la gestación de cinco hijos.
  • (FuBeReVa) Mediante la seducción, Ana habrá de procrear cinco hijos tras amar a cinco hombres diez años menores que ella y otros tantos diez años mayores, obteniendo de todos la suficiente cantidad de semen con la cual asegurar su trascendencia.

Para efectos de fría planeación se antojan adecuados estos objetivos en el conjunto general de la historia y podrían servir si los lectores de la ficción al caso fueran una suerte de gerentes que, con su lectura, hacen seguimiento y registro puntual y medida de la sucesión de acontecimientos. En realidad, el goce de leer no se da de tal modo.

Primero debemos notar una no muy obvia característica relacionada con los verbos y su conjugación que, pedagógicamente, queda en el nivel infinitivo.

Entre las dos opciones de redacción de objetivos, la segunda (FuBeReVa) se presenta como la más atingente por su valía cualitativa, sin embargo su grado de precisión puede verse trastocado cuando se lo examina y desglosa en el nivel más pequeño de las tareas mínimas necesarias para el cumplimiento del gran objetivo por parte del personaje o de los que le acompañan en la aventura. Tareas cuyos objetivos instrumentales, escena tras escena en secuencia, capítulo tras capítulo, por lo general van concatenados hasta construir juntos el mayor. Y ello se complica cuando uno, además, se topa con la ya mencionada diferencia entre objetivos enfocados en la acción y los enfocados en la reacción, por una parte, y la necesidad dramática de la generación de expectativas, desarrollo de tensión y mantenimiento de la atención, factores no considerados en la instrumentalidad de gestión administrativa de los otros tipos de objetivos ya ejemplificados. Entonces, para la ficción se requiere un atajo distinto.

El objetivo ancla al personaje

Toda obra teatral, filme, serie audiovisual, novela o cuento en sus divisiones internas en actos, capítulos o escenas están guiadas por un hilo conductor que es la trama, acaso entrecortada por las subtramas propias de los personajes secundarios. La trama y al igual las subrtamas obedecen a un concepto general expresado en la forma de una frase u oración que enuncia el fundamento que posibilita, justifica o detona la historia. En términos sintéticos e independientemente de la teoría literaria con que se explique la estructuración dramática, la trama cuenta en secuencia tres situaciones:

  1. Algo que ha sucedido como antecedente impulsor de la acción o reacción de los personajes según su tipología. Esto establece la acción o reacción básicas desde las cuales parten las motivaciones que definen la necesidad del personaje para adentrarse en la aventura.
  2. Algo que sucede en la actualidad que se narra y describe de forma continua. Esta es la acción o reacción de soporte, en la que descansan los hechos y dichos en sucesión directa o indirecta, incluso fragmentada, que va ejecutando el personaje en la labor de conseguir logros menores y metas provisionales como peldaños para cumplir el objetivo primordial de su respectiva trama o subtrama.
  3. Algo habrá que suceder sea en favor o en detrimento de la consecución de los objetivos menores planteados. Las fallas del personaje en el camino, sin embargo no han de suponer la falla indefectible del objetivo ulterior como quiera que lo haya definido el autor para cimentar al personaje en tanto símbolo dramático. Es decir que el personaje está sujeto a un destino que se comprende como el objeto del relato.

Cuadro tomado de "Los 12 tipos de personajes" por Isabel Delgado
En el último renglón yo añado otras categorías según la imagen,
a partir de las argumentaciones de Marshal MacLuhan
y dado que suponen una escala evolutiva y progresiva:
Prototipo > Arquetipo > Tipo > Clisé > Estereotipo > Ectipo

Para ejemplificar lo dicho traigo la planeación de la primera escena del primer capítulo del primer libro de mi Calima.

La estructura del relato

El concepto, aunque no queda a la vista de los lectores sino solo a mis ojos, lo he trazado como frase clave a modo de título provisional de la escena: Tragados por el monstruo, un recurso que puede utilizarse para cada etapa No debe confundirse el concepto con la premisa en sentido lógico como proposición silogística, sin embargo sí conforma una premisa en tanto señal o indicio preventivo o anticipatorio por la que se infieren en síntesis el tema, la situación y hasta la perspectiva abordadas por la escena, el capítulo o la obra completa (de ahí la importancia de los títulos en tanto distintivos para cualquier obra o personaje como elementos referenciales.

Así, la trama escénica que habrá de servir para la trama capitular que, a su vez, habrá de servir para la construcción de la trama del libro que, a su vez, habrá de servir —es de esperarse— para la de la saga completa la he trazado conforme al siguiente esquema aplicable, si hablamos en extensión, lo mismo a un cuento que a una novela o una saga.

PUNTO DE VISTA: Homero

ALGO HA SUCEDIDO (acción básica)

Meta (incidente / encuentro): Como miembro de una expedición arqueoastronómica que ha viajado rumbo al planeta CA001, Homero se ha embarcado en una aventura mediante la cual encontrar motivos para superar la depresión que lo ha bloqueado en su creatividad, escribir su novela Laberinto Bestial, y asimismo hallar razones con las cuales dar nuevo significado a su existencia.

Conflicto: Homero ha estado deprimido, confundido y bloqueado mentalmente para escribir.

Desastre (peripecia): La nave en que viajan Homero y sus acompañantes ha sido arrastrada hacia una anomalía espacio-temporal.

ALGO SUCEDE (acción de soporte)

Meta peripatética (Reacción / Efecto): Los tripulantes de la nave quedan inconscientes, con excepción de Homero quien en el proceso reflexiona acerca de la vida y la muerte.

Dilema: Si hay una posibilidad de sobrevivir a la experiencia de ser tragado por un agujero negro, significará una nueva oportunidad para que Homero enfrente sus miedos y enmiende sus errores.

Clímax: Homero se lamenta haber sido cobarde para vivir su vida.

ALGO HABRÁ DE SUCEDER (desenlace o nudo escénico)

Meta consecuente (decisión lógica o natural - probable): La nave habrá de ingresar en el horizonte de sucesos del agujero negro y tras ello, en vez de la desintegración total, Homero habrá de experimentar una honda calma.

Linea o imagen final de la escena: Homero concluye: Quizás así sea dejar de existir.

* * *

En primer lugar se puede observar, otra vez, que la redacción de los verbos se ha hecho con una conjugación en congruencia con la situación planteada: copretérito, presente simple, futuro: Ha viajado para encontrar, Homero reflexiona, habrá de experimentar.

Homero, en la situación antecedente, se ancla como personaje en tres acciones que han definido su circunstancia previa que algo trastoca en el presente incidiendo en lo que habrá de ocurrir.

Se puede notar también que el esquema obecede de forma resumida a la clásica estructura aristotélica de los tres actos y comprende internamente conceptos o partes "menores", aun cuando no de forma exahustiva sino digamos que los más útiles a nivel instrumental para efecto de la composición general. Por supuesto que si abundáramos en detalles, el esquema podría ampliarse conforme a la siguiente estructura donde he destacado esa triple base conceptual para que se comprenda cómo ella sustenta de forma flexible el conjunto y las partes de la trama y las subtramas:

  • Establecimiento de la acción (algo ha sucedido)
    • Prótasis (introducción, prólogo, párrafo inicial, escena de arranque)
      • Algo ha sucedido (antecedente)
      • Algo sucede (actualidad)
      • Algo habrá de suceder (final esperado o nudo de enlace inesperado)
  • Confrontación (algo sucede)
    • Punto de confrontación [PC]
      • Puente primario (unión entre [PC] y [PM] como efecto directo o indirecto de [H])
        • Hamartia [H] (desastre, algo debe fallar al protagonista)
    • Punto medio de acción [PM]
      • Puente secundario (enlace entre [PM] y [PR] con miras al desenlace.
        • Peripecia (giro dramático)
  • Desarrollo o desenlace (algo habrá de suceder)
    • Punto de resolución [PR]
      • Epítasis (aumento de tensión)
      • Anagnórisis (revelación de la clave del error del protagonista)
    • Clímax:
      • Catástasis (momento crítico culminante)
      • Catarsis (purificación)
    • Catástrofe (consecuencia final)
      • Final
      • Epílogo

El resultado

No es meta de este apunte ahondar en la construcción dramática y mucho menos expoliar a los probables lectores de mi Calima del interés por adentrarse en ella, sin embargo puede observarse en las metas anotadas en el ejemplo la similitud con los objetivos de orden cualitativo tipo FuBeReVa explicados en mi documento referido al inicio y cómo de ellos se desprenden el resto de los elementos para justificar la mecánica y la dinámica del drama por narrar.

Una vez desarrollada de esta manera la escena, el siguiente paso del escritor es determinar qué tipo de escena quiere redactar. Si opta por una escena tipo de acción, entonces habrá que ceñirse a narrar y describir hechos y dichos en función de la meta primaria, el conflicto que la desata y la peripecia que la entorpece. Si por contra prefiere una escena de reacción, entonces habrá de ceñirse a narrar y describir hechos y dichos en función de la meta peripatética, establecer el dilema que la propicia y destacar el clímax a que conduce el giro dramático. Lo siguiente, continuando esta dinámica, consiste en engarzar  (editar) las escenas como eslabones de una misma cadena con cabo y rabo, dejando abiertos algunos para permitir el añadido de tramas o subtramas, puntos de vista alternativos o complementarios, haciendo dicotomías, paralelismos, divergencias, avances o retrocesos, bucles o anundando, haciendo cruces que compliquen o revistan la historia con suspenso, tensión que incrementen el interés.

Puesto en práctica el ejemplo que he utilizado, la redacción ya suelta anuncia el tipo de escena que leerá el lector ya desde el primer párrafo donde se hace acopio de lo fundamental por desarrollarse en los párrafos consiguientes. Así:

Nuestro destino, ese planeta etiquetado como CA001 en la cartografía estelar parecía próximo y personalmente me hallaba entusiasmado aunque escéptico conmigo mismo. Llevaba ya tanto tiempo deprimido y confundido que ya no estaba seguro de si era una buena idea haberme sumado a esta aventura dentro de la aventura. Pero ya estaba en la nave transbordadora Magallanes-HS001A y no me quedaba más que dejar que las cosas fluyeran, esperar que algo ahí afuera me diera los motivos y las razones que estaba necesitando para, más que solo romper mi bloqueo creativo, redefinir mi existencia. Así pues, ahí estaba yo, Homero Núñez “Cuentero”, simple escritor sentado en mi asiento, un miembro más de la tripulación, mirando en calma a las estrellas más allá de la ventanilla como hacen los soñadores.

De pronto se encendieron las alarmas y la nave enloqueció. El capitán y el piloto actuaron lo más rápido posible para controlar la nave, pero todo esfuerzo parecía complicar más la situación. La nave se sacudía crujiendo de manera tremenda. Yo miraba a mis compañeros de travesía tensos por la emergencia y sentí vergüenza de mi inutilidad en semejante trance. Entonces alcanzó a vislumbrarse por una de las ventanillas la causa del predicamento en que estábamos envueltos.

En conclusión, todo relato, como extracto o remedo de la vida misma se ancla en los personajes que lo experimentan, pero esto se hace posible porque ellos, a su vez y de forma connatural se fundan en los objetivos que les permiten dar una coherencia a sus acciones. La correcta redacción y planteamiento de los objetivos de los personajes, las escenas, los capítulos y la trama en general es lo que consolida la finalidad funcional del relato en su conjunto, de la obra literaria entendida como un medio de comunicación capaz de llevar a efecto una serie de funciones y disfunciones sociales.


jueves, junio 02, 2022

Escribir o publicar

Imagen de Nile en Pixabay 

¿Escribir o publicar? Parecerían cosas distintas y en estricto sentido verbal lo son, pero parece que el entendimiento común las ha terminado empatando hasta confundirlas en su significado. ¿Escribir o publicar? He ahí el dilema.

¿De veras es un dilema? Sí. Porque cuando uno se autodefine como "escritor" los demás casi de inmediato asocian la idea con la de un individuo que ha publicado un libro; y que además ese libro o conjunto de obras le ha dado fama, dinero, prestigio. Nadie se detiene a pensar que, en lo más pedestre, todos somos escritores y cuantimás en los tiempos que vivimos de redes sociales donde, a tiro por viaje y así sea de manera icónica con caritas, signos variopintos, palabras sueltas o enunciados de regular construcción escribimos nuestro pensamiento y sentir acerca de algún asunto de supuesto interés. Todos entonces somos autores que publicamos el producto de nuestra reflexión o invención previamente escrito en la forma de un comentario o inserto dentro de un blog, casi como las opiniones ligeras que emitimos en la charla de café aun cuando no hayan sido requeridas. Algunos podemos estar conscientes de que lo escrito será solo para nuestros ojos o quizá escribamos con el único propósito de ser leídos por el instante. Otros, más presuntuosos, nos volvemos autócratas de nuestros dichos y dictamos a diestra y siniestra los tiránicos productos insuficientes de nuestra pretendida autosuficiencia.

Esa distorsión acerca de lo que es un escritor deriva, es heredada de tiempos antiguos aunque no tanto, pues a solo escasos cincuenta años tras la medianía del siglo veinte, la idea del poder de la palabra escrita en la correspondencia manual o en medios impresos y que presentaba una imagen de autoridad persiste necia. En aquellos tiempos, las universidades incluso tasaban (algunas insisten en ello) el valor de sus académicos en la medida de que escribían, publicaban sus investigaciones, ensayos u ocurrencias en las revistas especializadas o como sesudos artículos de opinión en medios periodísticos de interés general. Hasta los políticos le entraron a esa moda que persiste en nuestros días. Porque escribir está ligado al derecho de expresión como publicar lo extiende ese derecho al de la libre difusión de las ideas, aunque estas dependan a veces de las permisivas tendencias del régimen de turno.

Ver el propio nombre impreso es toda una sensación de celebridad y es fácil olvidar que celebérrimas obras duermen el sueño de los justos en las estanterías. Lo que hoy aplica además y también a otras maneras como las videoconferencias y otros géneros expresivos.

Ahora, eso de "libre" está por verse. Porque por muy buen escritor o "influencer" que se sea en forma y/o fondo, sus ideas acaban sujetas a un mercado de lectores y anunciantes que pueden ceñirse a la familia, los amigos o el planeta. Como nada ni nadie obliga a nadie a leer lo que todos producimos, en la ecología informativa cada obra incide aumentando la presión termodinámica ocasionando un aumento de la entropía. O sea, pedanterías aparte, no todos tenemos ganas, tiempo, disposición o capacidad para leernos entre todos por muy bien que algún estratega mercadológico nos venda. En medio de tal caos, los gustos imperan en nuestras conciencias, y ocurre al final del día que el rating de un escritor queda determinado por las expectativas comerciales e intelectuales de quienes podrían posar sus ojos en sus obras. O para decirlo en otras palabras, queda sujeto a los vaivenes de los silencios y displicencias propias y ajenas.

Entonces hoy más que antaño se ha hecho de estos verbos, escribir y publicar, extensiones del dilema existencial shakesperiano y lo ha agravado. Los poetas y juglares de ayer son los compositores de hoy y todos quieren ser cantados. Los filósofos de ayer son los gurús de hoy y todos quieren ser seguidos. Los nobles burgueses de ayer son los príncipes de ahora y todos quieren ser gustados. La diplomacia se dirime en Twitter. Las guerras se libran entre visitantes y seguidores. La verdad es la principal baja devaluada por el capricho personal que, siempre sujeto al pretexto de gozar de "otros datos", puede mostrar el mundo del revés como certitud indiscutible. La librería y la biblioteca de ayer se hallan encerradas bajo los cálculos de un algoritmo de búsqueda y más pronto que tarde tus palabras y las mías acaban catalogados por una bibliotecaria de inteligencia artificial, puestas en el fondo de lo execrable o en la pila de lo notable.

Entonces, ¿para qué escribir y para qué publicar? Aquél dirá que es una necesidad íntima, que no puede vivir ni vibrar sin hacerlo (yo caigo un poco en esa categoría). Ese otro alegará que lo hace por atender a las necesidades de un público lector idílico a quien debe un compromiso de orden social. Y no faltará quien cínico afirme que alguien tiene que hacerlo. Y así dividimos el mundo de la expresión en tres grupos, el de quienes dominan la expresión, el de quienes dominan la publicación, y el de los autónomos rebeldes que, dominando o no ambas prácticas las llevan a efecto con regular pundonor (creo que también caigo en esta clasificación). Cabría, siendo justos, añadir un cuarto grupo, el de los escritores y publicistas inerciales que son aquellos que escriben y publican como cagan y mean, es decir por puro instinto, a veces dejando diarios rastros de su mierda en el camino, a veces abonando el terreno para bien de las semillas y sus frutos venideros (¡caray, quizá soy más bien hierba silvestre colada en este conjunto!).

Quien escribe a veces solo hace textos como este mío de ahora, abriendo la jaula de las palabras liberándolas. Algunas emprenderán el vuelo extraviándose en lontananza. Otras, más acostumbradas al encierro de la comodidad se posarán en los ojos cercanos y ahí piarán y aletearán agradecidas de hallar en ellos un nuevo hogar. También están las que, desorientadas y quizá fúricas arremetan como cuervos o urracas ladronas picoteando atraídas por el brillo de las inteligencias o de la estulticia en las testuces, quizá cegando lumbreras.

Quien escribe siempre tiene la tentación y corre el riesgo de ir más allá de las palabras y de las líneas en que las forma. Es decir, la metáfora se vuelve el pienso de esas criaturas, esos fénix necios que resurgen siempre de las cenizas del olvido, porque lo que dijo ayer uno, mañana lo repetirá otro tal vez con diferente plumaje más o menos llamativo o de plano vistiendo los ropajes plagiados arteramente para disfrazarse de farol entre la anomia.

Parafraseando a Hamlet, pues, ¿escribir o publicar? ¿Qué es más levantado para el espíritu? ¿Sufrir los insultantes dardos del ninguneo y la indiferencia de los lectores potenciales; o haciéndoles frente dar fin con denodada resitencia a un piélago de calamidades interpretativas por parte de esos lectores y los editores? Escribir es publicar. ¿No más? Y pensar que escribiendo damos fin a los pesares del corazón y a los golpes de la existencia consumando los deseos del raciocinio. Escribir, publicar; publicar, tal vez soñar. ¡Ay, he ahí el obstáculo! Porque tal vez publicando nos soñaremos libres de las trabas de la muerte y del olvido, gozando de la pausa que el respeto ofrece a la prolongada inquina del infortunio. Pues, ¿por qué soportar desprecio, injurias, orgullo, congojas desatadas por despecho, prevaricaciones y prórrogas de la ley, las insolencias del poder que ameritan paciencia y dignidad cuando se podría hallar la paz con una simple pluma, un humilde lápiz o un procesador de palabras en la computadora? ¿Cargar los significados, sudar, gemir, palpitar bajo párrafos largos, aventurar palabras infrecuentes como barcas inciertas derivando entre líneas como meandros de un río de palabras nacido en la mirífica fuente ubicada en las montañas de la imaginación, a pesar de temer la muerte del enunciado que habrá de desembocar en el delta donde se mezcla la frescura con lo rancio del oceáno de información, esa ignota zona de cuyos límites no acierta a regresar idea alguna sin sufrir menoscabo de los vientos, todo eso confunde nuesta voluntad creadora y nos hace soportar los males presentes antes de lanzarnos a lo desconocido? La conciencia así, a todos quienes aspiramos asumirnos artistas, escritores, distintos en la expresión de los demás mortales, nos acobarda y así, el matiz de la resolución palidece con el reflejo de la palabra expuesta, y las obras fuertes y oportunas por esta causa tuercen su corriente y nunca más salen siquiera de la estantería o, peor, de las puntas de nuestros dedos. Pero, ¡callemos, que Ofelia viene! Ninfa lectora, a tus manos y ojos encomiendo mis negros signos y hagan mis silencios el rumor de tus rezos.

sábado, mayo 28, 2022

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Mensaje en la botella

Imagen de Antonios Ntoumas en Pixabay 

Anoche, luego de estar dando algunos pespuntes a mi saga Calima en esta labor de revisarla, pararla de cabeza, modificar el esquema y redactar de nuevo lo necesario para darle mejor sustancia, puedo decir que dejé ya listos, preparados para republicar en el blog creado para el efecto de difundir mi blovela los dos primeros capítulos.

Pero —siempre hay un pero— vino a mi memoria el video con los consejos para escritores que compartí días atrás en mi página de autor en Facebook y en la publicación previa a esta.

Uno de los consejos que se suelen dar a los escritores noveles o entre nosotros mismos —que no lo somos tanto después de un tiempo de presumir de marquesas y abanicarnos, aunque cada día es como empezar de cero en este oficio y arte—, está ese de someter a la lectura de terceros lo escrito para calar desde la perspectiva de un "lector beta" los efectos de nuestra creación en sus simientes o incluso en su completud previa a ser publicada por entero. He ahí el máximo problema que recalca la calidad de solitario de nuestro quehacer. Muchas veces no tenemos a quién someter nuestro trabajo para ser criticado, destrozado para bien o para mal. O, si lo tenemos, es como si no lo tuviéramos porque el favor no es puesto en la misma prioridad por famiilares o amigos o vecinos que a veces se comportan, duro es decirlo, como plagas en el taller del hortelano. Y es que, como dijo Joan Miró:

Considero que mi taller es como un huerto. Por allí hay alcachofas. Por aquí, patatas. Trabajo como un hortelano… las cosas llegan lentamente… siguen su curso natural. Crecen, maduran. Hace falta injertar. Así maduran en mi espíritu…

Por lo tanto, a uno le quedan dos opciones, esperar a que los "jueces" se dignen ojear el mamotreto apilado en sus pendientes y hasta entonces, recibida su retroalimentación, continuar nosotros el proceso creador afinando lo señalado y lo necesario; o el segundo camino, seguir como el náufrago resolviendo día a día como Dios, el universo, la naturaleza o la intuición manden o nos den a entender los meandros, recovecos y obstáculos cotidianos de nosotros como escritores y de nuestros personajes y sus situaciones, hasta que quizás tardíamente llegue la ayuda solicitada por nosotros en el errático mensaje embotellado.

En parte por eso es que ocurren también las realistas y odiosas observaciones acerca de lo frustrante que puede ser dedicarse al arte, a cualquiera de las artes, auque parecería más acusado en la literatura como bien describe en su video de advertencia crític este escritor y profesor Andreu Martín, tan desconocido para muchos como puedo serlo yo o quizás menos que yo desde que él sí ya consiguió una ficha en Wikipedia y toda una larga lista de títulos publicados mientras a mí hasta me expulsaron alegando que mis correciones son motivadas por la autopromoción; ¡ah, si la envidia fuera tiña, me dirán algunos! Mas, ¡no, nada de envidias! A cada cual lo suyo en su tiempo y su espacio, si a honor merece.


Y ya sé que no faltará quien, conociéndome y si lo hay, dirá enseguida que la frase inmediata anterior implica una contradicción en mi lógica desde que me he declarado apóstata de la meritocracia execrable. Lo soy, empero no dejo de reconocer que, guste o no, el mérito como lo que se hace ya merito son dos de las llaves que abren el cerrojo de la puerta que separa la habitación del anonimato del salón de la fama y la popularidad.

Dicen quienes han podido abrir esa puerta que detrás hay una enorme galería repleta de retratos, algunos de ellos empolvados porque la posición en que cuelgan de las paredes vuelve  muy difícil pasar el plumero o siquiera enfocar la vista para extraer de ellos más que las pistas evidentes como enseñanza de lo que la luz de la razón puede iluminar. Pero también dicen que hay algunos que han acabado arrinconados, ocultos bajo sábanas o francamente maltrechos por el descuido o por el olvido o por la erosión del tiempo o roídos por el hambre de los imitadores o desgastados por la recurrente consulta de maestros y aprendices que los siguen considerando, aun siendo piltrafas, referencias fundamentales de lo deseable y ejemplar.


miércoles, mayo 25, 2022

Calima y la carabina de Ambrosio


A veces es mejor reírse de uno mismo antes que otros lo hagan y además de mala leche. Digo esto porque tengo detenida mi saga Calima desde hace varias semanas. Las causas las he sintetizado en una actualización ya publicada allá, en el espacio de la blovela, sin embargo aquí quisiera abundar en unos pocos detalles.

En un momento determinado, mientras avanzaba en la conformación del primer libro de la saga el conjunto de tramas y subtramas de ese libro y los subsiguientes empezaron a hacérseme nudo y los personajes ya parecían más grumos de engrudo que otra cosa. Pronto, realmente pronto me di cuenta que eso no iba por buen camino aunque parecía que con toda la planeación mantenía yo un cierto control sobre el proceso creativo. Sucedía que en mi afán por trabajar de forma simultánea la elaboración de los distintos libros con sus historias, me estaba complicando demasiado por "innovar" y por lo mismo corría riesgo de provocar el desinterés de los pocos o muchos lectores que pudieran estar interesados en un proyecto que ya a la fecha, en sus estadísticas, muestra poco más de trescientas visitas, nada despreciables si consideramos que comencé el proyecto en forma a comienzos de este 2022, si bien lo venía pergeñando desde años atrás.

No hice por lo tanto una pausa sino un alto total. Metí el freno de mano, es decir que jalé el cambio de la velocidad en el carro (para usar el significado etimológico de la palabra "cambio"). Como se dice en inglés, saltó la llamada de atención: "hold your horses!". Antes de que se desbocara el andar había que cortar el impetu, jalar las riendas, rayar la montura.

Seguí por lo tanto los consejos que otros y yo mismo hemos dado a escritores noveles, a los estudiantes. Porque a veces la experiencia y la sapiencia nos ensoberbecen y obnubilan. Entonces se hace necesario reconocernos tan inexpertos como el más neófito, porque cada día y cada proyecto significan un nuevo comienzo desde cero por más que se presuma de marquesa y de saber mover el abanico.




Pero este ejercicio no se ha tratado nada más de solo corregir los errores e incluso lo ya corregido. Sino de parar de cabeza todo, sacudir la caja para extraer todo el contenido, las piezas del rompecabezas y volver a empezar desde la pieza más sencilla, llamativa y comprensible para, desde ella, reconstruir la catedral.

Así, a la par de una revisión intercalada con pausas reflexivas que motivaran incluso el olvido, el borroneo de lo trabajado para evitar los vicios adquiridos, sometí a la lectura de terceros lo escrito y escuché con cuidado las críticas. Reconocí los faltantes, los sobrantes, lo tergiversado. Tuve ante mí los dos grandes pecados en que puede incurrir un creador: o se preocupa demasiado por la planeación, o se preocupa demasiado por el lector final. ¡No! ¡No debe pesar ni lo uno ni lo otro! Lo único valioso es la historia, los son las historias, los personajes. Estos deben ser entrañables para fijarse en el ánimo del lector y sus historias, la forma de transcurrir y al margen de la técnica, deben ser legibles, apegadas a una lógica asequible. Entonces, sin perder de vista los objetivos originales, me di a la tarea de empezar de cero, trabajando uno a uno libro por libro, novela por novela y comenzando a redactar la primera, solo la primera, empero mirando de soslayo las siguientes y complementarias, independientemente del valor que puedan tener como antecedentes o consecuentes (precuelas y secuelas) en el cuerpo total de la saga.

Ahora, pues, lo escrito lo regresé a ser borrador y dentro de poco ya podrá leerse lo que espero ya sea la versión definitiva de los primeros capítulos del primer libro de esta mi blovela Calima a riesgo de que ustedes, amigos lectores, la vean como la carabina de Ambrosio, que se mantiene descargada detrás de la puerta.




domingo, mayo 22, 2022

Ser o no ser, el dilema de mi vida



Veo una video reacción con dos años de diferencia acerca de cierto canal que luego he compartido aquí y cuyo giro es tratar sobre conspiraciones. Comprendo y acompaño algunas de las reacciones del yutuber especialista en Google y sus observaciones, lo que no significa por fuerza que esté de acuerdo con algunas de ellas. Como tampoco estoy de acuerdo con las aseveraciones que llega a hacer el conductor del canal sobre el cual reaccionó.

Yo tengo haciendo contenidos en mi blog en Blogspot y en YouTube y otras plataformas ya no sé cuánto tiempo, añales. Muy al comienzo sí "ganaba" dinero, pero solo lo pude cobrar siendo una bicoca hasta siete años después de estar taloneando. Luego, vinieron los cambios en Google, tanto de políticas como de algoritmo, los que no aplican igualmente en todos los países, por lo que he observado que hay una censura discriminante y diferenciadora, a veces hasta segregacionista que haya en la "neutralidad" programática del algoritmo su mejor justificación.

Hay temas que los españoles se quejan que no pueden ni hablar y sin embargo en otros países no pasa nada. Los filtros no son meros artilugios de programación, obedecen también a los intereses de quienes los desarrollan e incluyen con apego a las presumibles "normas de la comunidad", una comunidad tan anodina como anónima.

Hay contenidos que no representan problemas de derechos de autor en algunos países, y en otros sí, las reacciones a videos musicales, por ejemplo, alegan estar forzadas a hacer cortes cada tanto por motivos de copyright, cuando hasta donde sé las leyes de muchos países no especifícan argumentos para sostener esas falacias. Las grandes corporaciones se han adueñado de los derechos y a tiro por viaje sus reclamos implican o derivan en penalizaciones para muchos de nosotros que a veces ya no sabemos ni cómo sortear el vendaval para ilustrar, vestir los contenidos, hacerlos atractivos. Conseguir música, imágenes, clips de video se ha vuelto una monserga, ya no hablemos del handycap que significan las novedades efímeras de las historias breves o las transmisiones en vivo. Por ello yo, que antes defendía con mi vida los derechos de autor, hoy los vomito, los execro y opto por defender el copyleft de creativecommons, más flexible y justo.

Personalmente con el paso del tiempo y viendo la manera como todos estos cambios me han afectado en la generación y difusión de contenidos tengo sentimientos encontrados. Por un lado me siento frustrado. Sin los recursos económicos, infraestructura, asociación con terceros (solo), la ardua y depredadora competencia de las grandes corporaciones o de los que, aun siendo pequeños le invierten en el desarrollo, los criterios imbéciles con que algunos cretinos que conforman el staff revisor de las plataformas hacen que me sienta devaluado. ¡Vaya hasta de Wikipedia me sacaron como editor porque una modificación la calificaron como motivada por la "autopromocion"!

Si al comienzo conseguí un crecimiento lento, adaptándome a los cambios, haciendo lo necesario técnicamente para posicionarme, hoy esa frustración me ha llevado a claudicar. No puedo estar creando diario, ¡es de locos estando solo! O escribo o grabo, o como o me pongo a aprender las técnicas para conseguir tráfico. Sí, como lo lees he renunciado a crear con frenesí, hoy lo hago cuando se me antoja, sobre lo que se me antoja y me importa un bledo si tengo o no audiencia, suscriptores, likes. Ya no vivo esclavo de esas mediciones. El rating y el ranking me los paso por el arco del triunfo. Y si me penalizan hago caso omiso, no vivo a expensas del "qué dirán Google o los patrocinadores". ¡Que tiznen a su progenitora!

Por otro lado, me siento ansioso. Porque tengo claro que les debo a los pocos o muchos que me han seguido (o creo que aún me siguen, no sé, ya no entiendo Google Analytics, me lo han complicado) no solo respeto sino calidad de fondo y forma. Traté de vender publicidad con AdWords y me lo complicaron aparte de que no puedo vender y crear y analizar. Me han incrementado las trabas para la monetización y hoy, harto de cambios y pretextos y reglas, ya mandé al demonio a GoogleAdSense porque nomás no jalan los anuncios o hay que hacer circo, maroma y teatro para colocarlos y ser visible. La pandemia, pudiendo haber significado una oportunidad para retomar todo esto me entrampó más pues en ese mismo tiempo los hábitos de consumo se revolucionaron, se atomizaron. Así, hoy he tenido una regresión franca y en vez de ser un creador, un prosumidor, soy un vulgar consumidor más de entre tantos y uso las redes sociales no para avanzar en la divulgación del conocimiento, sino en la replicación de los contenidos, chuecos o derechos, falsos o verdaderos que las grandes firmas o los afortunados garbanzos de a libra hijos de vecino que por ahí deambulan nos ofrecen como verdades. Me esfuerzo, pero ya no más allá de lo estrictamente básico. Hago las cosas con amor, pero ya me importa poco si soy retribuido igualmente. De haber hecho y administrado más de veinte blogs hoy me he reducido por economía de tiempo, dinero y esfuerzo y ganas, a un puñado donde concentro y acopio mi obra.

Me disculpo por la extensión de este comentario, pero necesitaba sacar esto de mi ronco pecho. Para terminar quiero decir que como amante de todo lo que la tecnología de comunicaciones nos ha venido ofreciendo, me siento fastidiado, enojado con ese afán avaricioso detrás de todos los desarrolladores que quieren cobrar hasta por el módulo más insignificante. Yo entiendo que el trabajo de programar cuesta y se espera la ganancia respectiva, pero ya raya en abuso: aplicaciones para cualquier estupidez, engañifas de toda suerte para engañar a bobos o esquilmar a ingenuos o crédulos de toda ralea.

Cuando miro mis estadísticas no sé si llorar o reír. Ellas dicen que soy un fracaso. Cuando veo que nadie o casi nadie comenta lo que hago, no sé cómo interpretar el silencio. Y esto contrasta cuando, hablando con la gente cercana, alguna de ella ubicada en posiciones políticas o económicas destacadas en mi localidad, en mi entidad, en mi país, ¡hasta me mandan vigilar! pendientes como están de lo que puedo decir o dejar de decir sobre los temas que abordo y que suponen una visión crítica, objetiva sobre sus quehaceres. Dicho por esas mismas personas, soy un "influencer" que les da elementos de juicio para las tomas de decisión y hasta una alcaldesa, en mi cara se declaró mi fan, a pesar de mis duras críticas a su gestión. Un gobernador y después presidente de México me puso vigilancia, espionaje, y lo sé porque incluso los espías se me acercaron tratando de sacarme información sobre ciertos personajes y asuntos sobre los que en su momento escribía. Entonces, vivo en confusión existencial. Soy y no soy. A ojos de unos mi peso específico parece ser tal que incide hasta en políticas públicas, aunque mis estadísticas de suscripción, likes, interacciones se muestran y antojan francamente ridículas.

No sé qué pensar. No sé a quién acudir o si vale la pena recurrir a alguien cuando ni para pagar asesoría tengo y a veces apenas para comer. Detenerme a comprender las entretelas para adaptarme constante y continuamente me desgasta y obstaculiza mi labor creadora. Por eso hoy me declaro con todo y mis más socorridos Indicios Metropolitanos un barco fantasma a la deriva, que espanta cuando se lo vislumbra en medio de la niebla caprichosa de la información.

miércoles, marzo 23, 2022

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En el camino de Calima aprendí


DESDE hace algunos años emprendí, en la medida de mis posibilidades, una denodada rebeldía en contra de la difusión a mansalva de textos a diestra y siniestra, y cuyos difusores indolentes no han tenido cuidado de asentar el debido crédito a su autor.

No obstante, no se crea que soy inflexible y, al contrario, a veces prefiero dejar hacer, dejar pasar, antes que amargarme a mí la existencia o a otros. Esta indolencia de muchos lectores tiene sus pros y sus contras, veamos.

Los pros, para empezar con una visión positiva, optimista, apuntan a la pervivencia de las ideas y las obras una vez separadas del autor primigenio y en vías, tal vez, de volverse universales no nada más como referente de gusto, sino incluso clásicas en tanto a lo que, con su vida propia, tienen para dar en fondo y forma a generación tras generación.

Es muy común que esto que anoto ocurra de modo especial a canciones, sobre todo a poemas (vistos como letras de canciones), y de forma hasta grosera a aquellos que, aun siendo de mala factura consiguen ser efectistas y despertar las emociones aun más que el intelecto. Aquí entran pensamientos, frases celebres, extractos de libros y discursos, prosas poéticas, cuentos breves, poemas o estrofas de los mismos que, por su intensión (fuerza interior) y su intención (propósito, meta) consiguen trasvasar la memoria.

Pero, parece que esta práctica extendida, virulenta, no acabará nunca aun cuando hallamos quienes, en defensa del autor, vayamos por aquí y allá aclarando autorías. Sencillamente la gente no da relevancia o más relevancia al autor como a las ideas que acaba por apropiarse y que, con el tiempo, incluso acaban convertidas por virtud de la confusión, la negligencia, la ignorancia o la desidia en productos "anónimos" de uso común o dominio popular, y así los créditos de los creadores no solo se van diluyendo junto con las píngües ganancias por regalías, sino pasan a ser una vaga y dudosa referencia.

Poco importa también si los contenidos están bien o mal hechos, descontextualizados, parciales, distorsionados, fragmentados, o si su traducción ha sido tan libre que ha hecho de la obra original una ni siquiera próxima a lo que los ojos leen.

El oficio de corrector de estilo que alguna vez abracé y hoy es una especie en vías de extinción, a veces obsesiona al punto que, a la luz de lo anotado, topa con la pared de la indiferencia y el texto que detona estas líneas me da elementos para comentar críticamente sobre la pertinencia o impertinencia de andar corrigiendo a los otros cuando uno, a veces o muy seguido, incurre también en lo mismo que pregona.

Un colega escritor —si nos podemos mirar como colegas cuando la producción literaria es tan abismalmente distinta en cantidad y calidad—, Isaac Belmar publicó un ensayo intitulado "La libertad de dar asco" con el que no puedo sino estar completamente de acuerdo. Es válido darnos permiso de escribir mal o, si no mal, de cometer errores. Aunque, entonces, ¿es válido en estos días que se nos corrija y aceptar las correcciones o es preferible dejar hacer y dejar pasar independientemente de la fama de la pluma detrás de las palabras?

Leo el citado ensayo luego de una charla con una amistad que ha leído lo que por ahora está publicado de los episodios de mi saga Calima, la cual no he continuado por estarla sometiendo a una rigurosa revisión concluyendo, entre otras decisiones drásticas, que lo ya publicado tendrá otro orden en el conjunto. O sea, parece que me perdí e invertí tiempo y esfuerzo para nada, mas no es así, sino que de los errores se aprende y nunca es tarde para enmendarlos. Se dice fácil, porque uno se encariña y enceguece con los propios hijos, sin embargo no es sencillo hacer la autocrítica y más cuando no siempre se obtiene retroalimentación de parte de aquellos que, entre el anonimato del público, ni siquiera dan una pista sobre lo que va gustando, funcionando o es un vulgar asco.

Esta amistad, decía, me dijo francamente que ya había leído varios capítulos de Calima pero se había atorado en uno que le pareció complejo (forma diplomática, eufemística, para señalar que le pareció un asco intragable, detalles más o menos). Creo tener idea de a cuál episodio se refiere, pero no me especificó cuál, ni qué en concreto le rebotó muy aparte del lenguaje y/o la construcción gramatical.

Hay muchos factores, aparte de los atribuibles al autor para que un espectador, lector, rechace parte o la totalidad de una obra. Factores que pueden ir del cansancio a la ignorancia. El arco es amplio y pleno de sutilezas ancladas en las particularidades de cada lector, de sus gustos y expectativas.

Las recomendaciones de la mercadotecnia aplicada a la producción artística apuntan siempre a que uno ha de pensar en el invisible, inasible, imaginario consumidor potencial al que se dirigirá la obra. La realidad es que uno, cuando se sienta a escribir, aun habiendo hecho una planeación acuciosa, sobre la marcha en lo que menos piensa es en el público lector potencial, quien al final puede resultar muy distinto del supuesto.

Por lo que toca a mi Calima, como autor de la saga, desde un comienzo tenía la sensación de que algo no iba bien con el planteamiento general de la historia y con la exposición de los primeros pasos. Seguro que en los episodios ahora publicados hay aciertos y errores y eso no me dejaba dormir. La causa era sencilla: no estaba siendo del todo honesto conmigo y tan no lo era que la tardanza en continuar publicando se comenzó a justificar tras los más ridículos pretextos cuando solo era una cobarde procrastinación para no reconocer que mis personajes estaban planos, desdibujados o de plano garrapateados porque quería construirlos de la nada. No había en ellos nada de mí, surgían inquietos pero sin alma, sin meta, sin verosimilitud, falsos. Si yo no podía identificarme con ninguno, fuera de los incluidos en el episodio de corte autobiográfico, qué podía esperar de parte de los lectores potenciales (valga decir en mi descargo que a la fecha de escribir estas líneas el blog de Calima ha ascendido rápidamente en número de visitas a más de ochocientas cincuenta, para mi sorpresa). Sentí asco de mi propio trabajo, pero también, como plantea Berman, experimenté la satisfacción de tener la libertad de dar asco y de confirmar en carne propia que el propio talento no es por fuerza monedita de oro o perita en dulce para caerle bien a todo mundo, comenzando por uno mismo.

Errar es humano, todos lo decimos. Lo difícil es aceptarlo y asumirlo. Por eso mismo sirvan estas líneas como un anuncio de que desde hoy Calima sufrirá, otra vez, un hondo cambio y creo, definitivo. Espero que para bien tanto de la obra, como para mí, su autor, y no se diga para esos lectores potenciales y los que ya, con amabilidad que agradezco, se han asomado a mi incipiente saga.