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miércoles, marzo 23, 2022

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En el camino de Calima aprendí


DESDE hace algunos años emprendí, en la medida de mis posibilidades, una denodada rebeldía en contra de la difusión a mansalva de textos a diestra y siniestra, y cuyos difusores indolentes no han tenido cuidado de asentar el debido crédito a su autor.

No obstante, no se crea que soy inflexible y, al contrario, a veces prefiero dejar hacer, dejar pasar, antes que amargarme a mí la existencia o a otros. Esta indolencia de muchos lectores tiene sus pros y sus contras, veamos.

Los pros, para empezar con una visión positiva, optimista, apuntan a la pervivencia de las ideas y las obras una vez separadas del autor primigenio y en vías, tal vez, de volverse universales no nada más como referente de gusto, sino incluso clásicas en tanto a lo que, con su vida propia, tienen para dar en fondo y forma a generación tras generación.

Es muy común que esto que anoto ocurra de modo especial a canciones, sobre todo a poemas (vistos como letras de canciones), y de forma hasta grosera a aquellos que, aun siendo de mala factura consiguen ser efectistas y despertar las emociones aun más que el intelecto. Aquí entran pensamientos, frases celebres, extractos de libros y discursos, prosas poéticas, cuentos breves, poemas o estrofas de los mismos que, por su intensión (fuerza interior) y su intención (propósito, meta) consiguen trasvasar la memoria.

Pero, parece que esta práctica extendida, virulenta, no acabará nunca aun cuando hallamos quienes, en defensa del autor, vayamos por aquí y allá aclarando autorías. Sencillamente la gente no da relevancia o más relevancia al autor como a las ideas que acaba por apropiarse y que, con el tiempo, incluso acaban convertidas por virtud de la confusión, la negligencia, la ignorancia o la desidia en productos "anónimos" de uso común o dominio popular, y así los créditos de los creadores no solo se van diluyendo junto con las píngües ganancias por regalías, sino pasan a ser una vaga y dudosa referencia.

Poco importa también si los contenidos están bien o mal hechos, descontextualizados, parciales, distorsionados, fragmentados, o si su traducción ha sido tan libre que ha hecho de la obra original una ni siquiera próxima a lo que los ojos leen.

El oficio de corrector de estilo que alguna vez abracé y hoy es una especie en vías de extinción, a veces obsesiona al punto que, a la luz de lo anotado, topa con la pared de la indiferencia y el texto que detona estas líneas me da elementos para comentar críticamente sobre la pertinencia o impertinencia de andar corrigiendo a los otros cuando uno, a veces o muy seguido, incurre también en lo mismo que pregona.

Un colega escritor —si nos podemos mirar como colegas cuando la producción literaria es tan abismalmente distinta en cantidad y calidad—, Isaac Belmar publicó un ensayo intitulado "La libertad de dar asco" con el que no puedo sino estar completamente de acuerdo. Es válido darnos permiso de escribir mal o, si no mal, de cometer errores. Aunque, entonces, ¿es válido en estos días que se nos corrija y aceptar las correcciones o es preferible dejar hacer y dejar pasar independientemente de la fama de la pluma detrás de las palabras?

Leo el citado ensayo luego de una charla con una amistad que ha leído lo que por ahora está publicado de los episodios de mi saga Calima, la cual no he continuado por estarla sometiendo a una rigurosa revisión concluyendo, entre otras decisiones drásticas, que lo ya publicado tendrá otro orden en el conjunto. O sea, parece que me perdí e invertí tiempo y esfuerzo para nada, mas no es así, sino que de los errores se aprende y nunca es tarde para enmendarlos. Se dice fácil, porque uno se encariña y enceguece con los propios hijos, sin embargo no es sencillo hacer la autocrítica y más cuando no siempre se obtiene retroalimentación de parte de aquellos que, entre el anonimato del público, ni siquiera dan una pista sobre lo que va gustando, funcionando o es un vulgar asco.

Esta amistad, decía, me dijo francamente que ya había leído varios capítulos de Calima pero se había atorado en uno que le pareció complejo (forma diplomática, eufemística, para señalar que le pareció un asco intragable, detalles más o menos). Creo tener idea de a cuál episodio se refiere, pero no me especificó cuál, ni qué en concreto le rebotó muy aparte del lenguaje y/o la construcción gramatical.

Hay muchos factores, aparte de los atribuibles al autor para que un espectador, lector, rechace parte o la totalidad de una obra. Factores que pueden ir del cansancio a la ignorancia. El arco es amplio y pleno de sutilezas ancladas en las particularidades de cada lector, de sus gustos y expectativas.

Las recomendaciones de la mercadotecnia aplicada a la producción artística apuntan siempre a que uno ha de pensar en el invisible, inasible, imaginario consumidor potencial al que se dirigirá la obra. La realidad es que uno, cuando se sienta a escribir, aun habiendo hecho una planeación acuciosa, sobre la marcha en lo que menos piensa es en el público lector potencial, quien al final puede resultar muy distinto del supuesto.

Por lo que toca a mi Calima, como autor de la saga, desde un comienzo tenía la sensación de que algo no iba bien con el planteamiento general de la historia y con la exposición de los primeros pasos. Seguro que en los episodios ahora publicados hay aciertos y errores y eso no me dejaba dormir. La causa era sencilla: no estaba siendo del todo honesto conmigo y tan no lo era que la tardanza en continuar publicando se comenzó a justificar tras los más ridículos pretextos cuando solo era una cobarde procrastinación para no reconocer que mis personajes estaban planos, desdibujados o de plano garrapateados porque quería construirlos de la nada. No había en ellos nada de mí, surgían inquietos pero sin alma, sin meta, sin verosimilitud, falsos. Si yo no podía identificarme con ninguno, fuera de los incluidos en el episodio de corte autobiográfico, qué podía esperar de parte de los lectores potenciales (valga decir en mi descargo que a la fecha de escribir estas líneas el blog de Calima ha ascendido rápidamente en número de visitas a más de ochocientas cincuenta, para mi sorpresa). Sentí asco de mi propio trabajo, pero también, como plantea Berman, experimenté la satisfacción de tener la libertad de dar asco y de confirmar en carne propia que el propio talento no es por fuerza monedita de oro o perita en dulce para caerle bien a todo mundo, comenzando por uno mismo.

Errar es humano, todos lo decimos. Lo difícil es aceptarlo y asumirlo. Por eso mismo sirvan estas líneas como un anuncio de que desde hoy Calima sufrirá, otra vez, un hondo cambio y creo, definitivo. Espero que para bien tanto de la obra, como para mí, su autor, y no se diga para esos lectores potenciales y los que ya, con amabilidad que agradezco, se han asomado a mi incipiente saga.

viernes, enero 28, 2022

Hacen falta lectores



¡AMÉ ESTE VIDEO! Lo circularé hasta el hastío, porque sé que será muy útil a muchos de mis seguidores, muchos de ellos ex alumnos a los que les sugerí en la materia de Lectura de Comprensión este entre muchos otros métodos, algunos de los cuales también se enfocan en la lectura rápida.

Hace años hacía mis cuadernos de lectura, por motivos iguales y distintos. En cierto modo lo sigo haciendo aunque ya no con la misma calma y dedicación, porque escritor como soy, llegó un punto en que tenía que leer más rápido y en abundancia para conformar los textos que escribía para el periódico, primero, y mis blogs, después, y dar tiempo también para la redacción de guiones de radio y televisión, así pasé de hacer cuadernos de lectura a simplemente subrayar y marcar los libros y en las páginas de cortesía de comienzo y final hacer mis anotaciones,  o hacerlas marginalmente. Todo lo comencé cuando elaboraba mi tesis de licenciatura, muy metódico, con fichas y cuadernos y lo continué luego para mi gusto y profesión. Llegó un momento en que me abrumó la cantidad de material recopilado y caí en cuenta que al final los cuadernos, como el diario íntimo, tienen como principal lector uno mismo. Entonces comencé a cambiar el enfoque para que, cuando yo no esté, si a alguien le interesan, propio o ajeno, pudieren también percatarse de mi proceso creativo, de los temas que me definen como persona, lector y escritor.

Llegué hace algunos años a la conclusión de que la industria editorial y de medios se ha preocupado demasiado por generar los productos, libros, telenovelas, series, documentales, filmes, etc., pero ha hecho muy poco por desarrollar el oficio que les permitiría ser aún mejores: el oficio de lector.

Con mi oficio de escritor hoy tengo claro que son dos oficios distintos, complementarios sin duda, pero cada uno tiene objetivos distintos. Hoy tenemos muchos escritores, pocos lectores (de calidad). No ha disminuido la lectura, los modernos medios y tecnologías como internet la han potenciado, pero distrayendo los objetivos fundamentales. La capacidad de análisis crítico e imaginación han quedado supeditadas a la efeméride y el apunte efímero, volátil, sujeto al prurito del consumidor.

Deseo de todo corazón que haya más lectores de oficio, para que los que además abrazamos el oficio de escritores tengamos de veras un mercado sólido, definido por razones mejores que solo utilitarias.



martes, noviembre 30, 2021

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Sobre el proceso de escribir



Hace unos días miré unos videos en los que se entrevistó al artista de fama mundial Miguel Bosé acerca de la publicación de su primer libro, uno de corte autobiográfico. Alguna de las entrevistas, concretamente la realizada por el colega periodista mexicano Javier Poza resultó infructuosa y el mismo se limitó a publicar una reseña del hecho en el que no dejó muy bien puesto al autor quien estalló furibundo al ser cuestionado sobre el proceso creativo para escribir esta obra.

Personalmente hice algunos comentarios debajo de esos videos. Quiero no obstante rescatar uno que toca a mi quehacer de forma directa.

En uno de esos comentarios explicaba a quien me había replicado mis argumentos que sí, en efecto, Miguel Bosé había respondido al vuelo un poco, en una de esas entrevistas. Aunque su descripción como respuesta a la pregunta de cómo abordó la relación entre el Bosé adulto y el Bosé niño (minuto 17:40) refiere a juegos de puntos de vista narrativos. El hecho de asociar la narración en tercera persona (voz en off) característica del narrador omnisciente como la vista cinematográfica de la cámara sobre el sujeto (lo que sucede desde el segundo capítulo del libro) no significa que haya sido un acierto o un error por sí mismo como transición descriptiva del punto de vista. Sí pudo ser ello motivo de la probable confusión de parte de Poza y que al plantearle el cuestionamiento con una fórmula más pragmática haya chocado al artista, quien no es escritor de oficio, que no esperaba una pregunta tan instrumental y administrativa que, por otra parte, no tuvo nada de particular aunque se antoja provocativa.

Una cosa es hablar sobre el proceso creativo en la selección de las voces, planos, secuencias, planeación, puntos de vista, desarrollo de conflicto, personajes, cruce de subtramas y otra muy diferente hablar de la manera como el escritor, en tanto obrero, puede llegar a organizarse en soledad o con un equipo para conformar el producto final.

Ciertamente, cuando intervienen más de dos manos en la elaboración de una obra artística como un libro y sobre todo en un libro, es de notarse en más que solo el cambio de punto de vista la participación multitudinaria, bipartita, tripartita o como sea en el proceso creativo por el solo hecho del cambio estilístico. Si el cambio entre voces, planos, puntos de vista está hecho por el mismo autor, el estilo no cambia por más que se esfuerce el escritor, hay una voz propia en las entrelíneas, en la consecución de las palabras y los enunciados que da una latencia específica. Si entra otra voz, esta más pronto que tarde se da a notar de la misma forma. Si yo le pido a alguien más que continúe escribiendo este comentario a partir de mi idea base, tú y cualquiera notará en qué momento entró esa otra voz por la manera de redactar, la ortografía, las pausas, los vocablos utilizados, el ritmo, la cadencia, los matices y tonos que, aun disfrazados en situaciones, diálogos, tratando de copiar a la realidad, acaban por ceder al estilo personalísimo de cada cual. Por eso las novelas escritas al alimón entre varios escritores terminan siendo un fiasco, no por malas o mal construidas, sino porque, aun siendo estupendamente planeadas, acaban como una mezcolanza de  formas de pensar, sentir y decir que no se disfruta al ciento por ciento. En esos casos es mejor dictar y que sea uno solo quien acopie, redacte, dé forma y sintetice lo que el resto aporta a la historia, al texto, unificando así el estilo: lo escribieron Chucho, Jacinto y José, aunque lo redactó Teresa (caso típico de muchas autobiografías).

Narrar y describir usando distintas voces no es sencillo y sí puede darse de forma involuntaria. Requiere mucho cuidado y mucha precisión para que la voz narradora no absorba el control de lo que se pretende contar pues de la voz depende el efecto buscado. Ejemplo: actualmente —y como quienes me siguen ya saben— me encuentro escribiendo por entregas mi mega saga Calima. En el cuarto episodio en particular se puede notar un cambio hecho a propósito entre dos voces narrativas. Al comienzo empleo la conjugación en presente, para plantear un presente histórico que instale al lector directamente en el lugar, entre los personajes y lo haga vivir la sensación. Después, usando el presente deslizo entre la narración y la descripción usando la explicación e introduciendo ideas en conjugación pasada para no ocasionar fallas de concordancia gramatical entre párrafos, tras lo cual me distancio como narrador y me vuelvo a una conjugación en tercera persona no solo omnisciente sino omnipresente, atendiendo a dos lugares y dos puntos de vista distintos que a su vez implican puntos de vista particulares según el personaje a destacar.

Si yo fuera Bosé cuestionado sobre el proceso creativo y  respondiera algo como lo anterior, tú, amigo lector quizá te vieras impelido a ahondar más en la obra no solo como factura, sino como ente vivo que tiene algo que aportar a tu existencia, tu pensar, tu sentir.

Esto es importante porque el proceso de escribir no se limita solo al rasgueo de la pluma en la libreta o al teclear sobre la máquina componedora, sea mecánica o electrónica. No se limita a planificar la idea y su desarrollo o a dejar que la inspiración guíe a tontas y a locas, mágicamente. No se limita siquiera a narrar y describir a lo bruto lo que viene a la cabeza. Es un todo complejo, una verdadera profesión artística que, por cierto, no ha sido debidamente valorada, a veces subvaluada, a veces sobrevalorada.


sábado, julio 03, 2021

Me descosí

 


ATENDÍ este video del periodista Guillermo Ochoa y me descosí con el siguiente apunte.

Hacia el minuto siete, segundos menos, narra que no había leído Cien años de soledad y califica sus motivos y reacción como «estupideces de juventud». Me permito contradecirlo.


Como muchos, yo no leí esa novela sino tardíamente, hasta pasados los cuarenta años. Como tampoco he leído El Quijote de la Mancha aun ahora, a mis cincuenta y ocho y en cambio he entrado a lecturas que otros considerarían aun más abstrusas y complejas.

Sí, confieso que alguna vez llegué a sentir vergüenza de mi "indolencia", sobre todo cuando en alguna tertulia alguien sacaba los libros a relucir, ya para desmenuzarlos o tenerlos como referencias. Pero, un día allá por mis treintas me dije en respuesta al cuestionamiento reflexivo sobre el hecho que, tal como indica "El Eclesiastés", hay un tiempo y un lugar para cada cosa y cada cosa está en su tiempo y su lugar.

Así, leí buena parte del resto de la obra de Gabo mucho antes, la bebí y cuando en el estante ya solo quedaba la novela "central", la tomé y la leí con fruición y gran lentitud, tardando un año en acabarla porque descubrí que esa había sido una de mis mejores decisiones en cuanto a literatura se refiere como lector.

Pude ver con entera claridad no el mundo mágico solamente, ese "realismo mágico" en que fue encasillado como obra el libro y luego el autor, sino pude constatar que estaba ante mis ojos un sesudo y fríamente calculado plan de obra para el resto de la vida. En cada pasaje, en cada capítulo, los libros y cuentos antes leídos encontraban sus pistas y antecedentes, barruntos que luego habrían cobrado plena forma en los libros posteriores. Así, leer la novela antes que nada la convierte en un libro de "iniciados" imbéciles que acaban por creer en la mitología creada por los editores y críticos desde un comienzo, desvirtuándola como una "metáfora maestra".

Sí, es una obra maestra, pero no tanto por la literatura o la técnica, como por la previsión planificadora que subyace en sus líneas y capítulos. Eso no puede verse si no se lee al final, luego de pasar por los otros libros y ello ocasiona que esos mismos se gocen aún más y la realidad del "realismo mágico" entonces cae por su propio peso, como velo puesto sobre un busto por una viuda distraída. La biografía de una familia queda al descubierto y los admirables afeites metafóricos quedan en eso y nada más y nada menos.

Sé que muchos dirán que se descubre casi lo mismo si se leen "en orden" las producciones literarias de Gabo. Discrepo. Sí, puede que se consiga una identificación de motivos, temas, personajes; pero, no caen con peso abrumador en cada sitio correspondiente en el plan general que es Cien años de soledad. Por eso ahora, cuando alguien me pregunta sobre la conveniencia de entrarle al libro sugiero tajante que no, no si es el primer acercamiento a Gabo y su obra, que se deja al final o al menos luego de  pasar por un tercio de su obra o más.

Cuando cerré el libro lo dejé lleno de apuntes y referencias más o menos precisas que de otro modo no habría podido hacer a menos que fuera desde una segunda lectura. No me perdí en el marasmo de relaciones genealógicas como pasa a la mayoría de los lectores, sobre todo si son adolescentes. Vi todo con prístina sensatez, sin dudas o sorpresas fuera de las propias de los giros literarios.

Al cerrar el libro concluí que ese había sido su tiempo, mi tiempo, nuestro tiempo de complicidad. Y ahora miro "El Quijote", me guiña, y todavía no me atrevo a entrar en sus líneas y recovecos, a abundar y aventurarme más allá de las referencias y variantes y extractos. Como escritor la humildad me gana ante su estatura y poderío, no porque pretenda estar a la altura de un Cervantes, sino que me parece que todavía me queda mucho por aprender y que deglutir sus píldoras de sabiduría podría implicarme efectos secundarios nocivos, por estar tan imbuido de los lugares comunes y sus perspicaces aforismos.

Aunque, creo que el día está próximo. Creo que con una y otra, igual que me pasó con Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo que no leí sino hasta mis treintas, como preparando el terreno para el peculiar surrealismo de García Márquez; creo, decía, solo hube de esperar la madurez emocional, intelectual o qué se yo para conectar y valorar mucho más que al libro solo. Definitivamente creo que la literatura considerada para una determinada edad se aprecia mejor en edades distintas.

Cuando cerré el libro tomé la decisión de sacar del cajón mi primer libro de cuentos escrito veinte años atrás intitulado ahora Laberinto Bestial 1. Semillero de Indicios (arranque de una saga que se encuentra junto con mi primer poemario Por Causa de un Amar Tal en Amazon y Lulu, perdón por el comercial, jaja), y replantearlo como lo que ahora es, un poco emulando a Gabo o a Cortázar, y autopublicarlo. Si en su tiempo no fue del interés de los editores el planteamiento de un libro (el mío) que pretendía la hipertextualidad cuando no existía como ahora la conocemos, hoy que ya es una realidad, pues me atreví a romper el esquema. No sé si con fortuna o infortunio. Solo sé que las secuelas y derivaciones están haciendo fila para ver también la luz. Quizás deba sacar adelante esas, para que mi "Laberinto" y sus brotes, como Cien años de soledad y sus hijuelos, encuentre su lector maduro y dispuesto a encajar en su debido tiempo y sitio las piezas del rompecabezas.

P.D.: Este ejercicio memorístico me ha traído también el recuerdo de cuando mi padre, quien fuera amigo de Álvaro Mutis, gran amigo de Gabriel García Márquez, se encontrara con este fortuitamente en la librería Gandhi de Coyoacán, hoy cerrada para pena de muchos, y le expusiera su gran admiración. Hay tantas cosas en la vida que trazan líneas que se entrelazan hasta lo que soy, amo o he querido ser y abrazar...

miércoles, marzo 01, 2017

La la Land y... ¿qué más?


HOY VI, a toro pasado, la cinta "consagrada" en los Globos de Oro de este 2017 y multinominada y polémica (por el incidente al final de los óscares, que no "oscars" como insistieron en decir los grises conductores de TVAzteca, respetando la pronunciación en inglés) La La Land.

Me ha parecido que es un filme sobrevaluado, aun notando a todas luces el evidente e intencional afán por hacer del filme un homenaje chabacano al cine musical hollywoodense (del cual me declaro fanático desde siempre) y como bien declaró el equipo de filmación, comenzando por el director Damian Chazelle, quien se excedió de amable al comparar a los protagonistas, Emma Stone y Ryan Gosling ni más ni menos que con Fred Astair y Ginger Rogers. Sí, su trabajo es encomiable por el esfuerzo puesto en la construcción de sus personajes, pero ni si quiera son comparables. Sus bailes son guangos y deslucidos como sus actuaciones y el conjunto de las coreografías; pero, seguro más de uno perdonará esta ligereza de exigencia poco frecuente en el cine de EE.UU. Y el guión... De no ser por los números musicales, sencillamente brillaría por su ausencia.

Quizá las nuevas generaciones se conformen, ya que no tienen mucho punto de comparación y referencia, a menos que revisen y disfruten los filmes musicales previos, como tuvo cuidado de hacer la editora y guionista (por mí desconocida) Sara Preciado, quien tuvo a bien publicar el video que acompaña estos apuntes. Y tal vez eso mismo explique el éxito en taquilla, lo que no es despreciable, sino todo lo contrario.

Por supuesto que comprendo que cada época tiene sus gustos y expectativas, y que cada creador tiene derecho a incluir en su obra sus influencias, filias y fobias, y en esto se rompen géneros. No esperaba ni espero que el cine musical nuevo, de retomarse, siga la escuela de los cuarentas y cincuentas, o la de los setentas y ochentas. Pero dudo que La La Land, musical, actoral y cinematográficamente consiga hacer escuela como aquellas. Tampoco puedo aseverar que sea su intención, como tal vez solo se trate de un honesto, respetable y personal regodeo del director en sus predilecciones Sí, será muy mentada y ya quedó inscrita en los anales de la cinematografía mundial, pero también están en esa historia auténticos bodrios memorables precisamente por serlo.

En mi labor de ser lo más objetivo posible, por supuesto que me alegra que una obra consiga el triunfo, independientemente de su factura; pero, ello no obsta para que conste que, al menos en mi apreciación, exponga lo que resulta tanto poco atractivo como lo que es un acierto.

Dado el tema: una actriz que se enamora de un músico, ambos en el camino de realizar sus sueños artísticos y existenciales, no puede esperarse que aporte mucho más que, por ejemplo, Están tocando nuestra canción u otras obras de Broadway o eruopeas llevadas a la pantalla grande, salvo que, en esta propuesta, la víctima del sacrificio para realizar los sueños de desarrollo es el mismo amor.

Concedo que tiene momentos brillantes, sobre todo algunos extractos fotográficos, por la calidad con que consigue la remembranza de obras previas, no todas musicales, como las que bien ennumeraron el Huffington Post y otros medios, pero quizá ese marcado interés en rememorar tantos filmes haciendo de la película una especie de documental sin serlo, un collage honorífico, una colección de recortes de bailables o escenas dialogadas (como esa en que la pareja discute luego que el músico consigue un trabajo estable, y que recuerda , es lo que la debilita en tanto producto fílmico. O quizás, haciendo oído a sus admiradores, sea lo que la justifique como documento al estilo de apostilla a aquel entrañable Érase una vez en Hollywood en sus dos partes de 1974 y 1976.

En tanto filme, si hago caso omiso a las referencias a obras previas, desde las primeras escenas arranca floja, dibujando una trama sosa que difícilmente consigue sostenerse a lo largo de toda la obra. Y, confieso tristemente, poco después de la mitad, a pesar de mi interés, afán y ejercicio profesional y de cinéfilo por mantenerme alerta y seguir cada cuadro, escena y secuencia, no obstante su ritmo adecuado, la película me perdió como espectador y ¡hasta me quedé dormido!,sin que pudiera achacarlo a cansancio o desvelo.

A pocas horas de ver la película, cuando escribo estas líneas, escarbo en mi memoria y no hallo ni rastro de las melodías, ni siquiera del tema principal; aunque, sí recuerdo que se repitió con insistencia. Las piezas de jazz, brillantes, sí rebasaron y dieron vida al filme, lo salvaron, como algunos de los decorados (dos o tres memorables) y la fotografía.

Empero lo dicho, quienes quedaron fascinados por la cinta me dirán que su valor no radica en su propuesta musical o incluso en su fotografía, sino justo en la rememoración y la paráfrasis de algunas obras maestras del pasado, algunas mencionadas en el argumento o recreadas como Casablanca, Los paraguas de Cherburgo, Rebelde sin causa, Cantando bajo la lluvia, Un americano en París, Mi bella dama, Funny face, y un largo etcétera, y ¡esa discrepancia sí la compro! Comulgo con quienes piensan que detrás del fulgor y el colorido de La La Land se esconde cínicamente la visión reflexiva y crítica de que ni sueños ni relaciones interpersonales tienen valor en sí como en cambio lo tienen la perseverancia y la fe en lo que uno es capaz, algo fácil de decir pero que, en la cruda realidad, no siempre podemos llevarlo a efecto por distintas causas. Entonces, el filme, disfraza una verdad amarga con el oropel de lo naif de antaño, ¿para hacer más digerible el reto de vivir y ser?

La clave para comprender el verdadero peso específico de La La Land descansa en el diálogo del personaje del guitarrista Keith, intepretado por el actor y pianista John Legend:
Lo sé. Es diferente. Pero, dices que quieres salvar al Jazz. ¿Cómo vas a salvarlo si nadie lo escucha? El Jazz está muriendo por gente como tú. Tú tocas para personas de 90 años en "The Lighthouse Cafe". ¿Dónde están los chicos? ¿Los jóvenes? Sigues obsesionado con Kenny Clarke y Thelonious Monk. Fueron revolucionarios. ¿Cómo vas a ser revolucionario si eres tan tradicionalista? Te aferras al pasado, pero el jazz es cosa del futuro.
El mismo Legend abunda en el significado de esta explicación:
Estoy de acuerdo con el discurso de Keith en el sentido de que todos los "grandes" de la música o cualquier forma de arte han hecho algo para innovar en la forma de arte, en lugar de replicar lo que ya sucedió antes. Tanto como usted puede ser influenciado por el pasado o tener héroes del pasado, es importante llevar eso adelante y crear algo nuevo. Cualquier artista que ha tenido éxito, no importa cuánto haya sido influenciado por otros artistas, hace algo innovador.
La La Land no pretende ser innovadora, pero tampoco, y esto es lo importante, se dedica a replicar por mero solaz memorables momentos y extractos de escenas de filmes del pasado. En esto se asemeja a La rosa púrpura del Cairo, Días de radio o Todos dicen que te amo de Woody Allen, o Ginger y Fred de Federico Fellini y otras motivadas por la misma nostalgia.

En resumen, a diferencia de los musicales fílmicos anteriores, este no dejó huella en mi alma en tanto tal. No me movió los pies de forma involuntaria. No me provocó sonreír con la posibilidad de que la vida es un sueño en plena realización. No me transporto siquiera, a pesar de proponerlo con sus referencias, a experimentar nostalgia por un cine que ya no volverá a menos que se reinvente de manera radical. Pero sí me introdujo en una visión crítica del optimismo chauvinista como el que justo ahora experimentan los estadounidenses en su presidente o nosotros los mexicanos en las reacciones a las ocurrencias de Donald Trump.


La La Land - Movie References from Sara Preciado on Vimeo.

domingo, febrero 28, 2016

Puta locura, puta decadencia

UNA DE MIS MUSAS, Verónica Meléndez Coronado, mejor conocida como "Mujer Luna Bella" (su nombre de batalla, "artístico", como bailarina teibolera y éscort), de quien ya he escrito en mi blog Indicios Metropolitanos aparte de mi blog Forja Poética donde compendio mi poesía, y por quien tengo clara admiración y estima, publicó ya su primer videoclip musical intitulado "Sí, soy una puta", en el que declama, a ritmo de no sé qué, fragmentos del monólogo "Yes, I'm a slut" escrito por Clementine Morrigan (2011) (video).

Así como me he prodigado alrededor de su sensualidad en loas con mis versos, debo ser objetivo sin que por ello haga desdoro de su persona.

Me atrevo a afirmar que encierra su video todo el kitsch, el colmo del mal gusto, de la decadencia hasta de lo posmoderno a que ha llevado la moda de sustituir a los músicos por DJs y permitir a cualquiera repetir letras sin la menor gracia, para empezar.

Conste que no soy crítico musical, pero sí melómano y, de plano, prefiero a mi musa en la cama o con otras expresiones, incluso encuerándose en el metro de Monterrey (así salto a la fama) o en sus "decorosas" y estimulantes incursiones en la pornografía. Podrá encantarle el reventón, pero que no se preste a estos esperpentos.

Considero que ella tiene, fuera de ser una fantástica amante, otras facultades mejores aunque por pulir y las cuales podría canalizar de manera más destacada, si dejara de estar picando aquí y allá, sin ton ni son, en la búsqueda de una definición de sí misma. Aunque, no la critico por esto, al fin todos vivimos en una eterna búsqueda de quiénes somos.

Verónica Luna (como quisiera llamarse), la ninfómana, se asume como puta y le agrada ser puta; y ha construido un personaje chabacano alrededor de esta imagen, de esta profesión suya. ¿En demérito de su propia dignidad? A ojos de algunos tal vez. El tiempo lo dirá. No menciono nombres, pero ya va cometiendo el error de otras tan putas como ella (de que las hay, ahí están; algunas incluso así han encontrado sus reventados millonarios con los cuales formar un hogar) que, andando su existencia de antro en antro y de pene en pene, y de vicio en vicio, cierto día decidieron también hacerse DJs, como un side line para cuando ya han dejado de cotizarse, lo que ocurre a partir de los 35 años ¡y ella apenas tiene 24, está en la flor de la edad!, y vaya que es deseable, como puta y mujer.

Tiene especial gusto por la poesía y la literatura en general. Pasó de rapidito, sin mucha convicción, por la carrera de Ciencias de la Comunicación. Hace sus ejercicios de redacción creativa, desarrollando ficciones y barruntos de poemas y sueña con convertirse en escritora. Tiene madera, un poco tosca, dura como el ébano, pero estoy seguro que con la guía adecuada (yo se la he ofrecido sin considerarme el non plus ultra) sabrá explotar esa veta expresiva. Ya se vé que entre las más lindas piezas de talla están las hechas en ébano.

Tolero y hasta comparto el cinismo de mi musa tan puta como se asume, pero me duele que raye en una imagen que contrasta totalmente con lo que ese cinismo señala. Por supuesto que en su descargo pueden alegarse su frescura, su desfachatez, su indecencia, su ternura (que me consta), su inmadurez. Quizá el temor a ser censurada o la impericia de quien le ofreció la producción del video...

En vez de un video "contestatario", como plantea el texto del monólogo medio declamado que contrasta con la muy superior y bella comedia teatral del Monólogo de la puta en el manicomnio escrito por Franca Rame y Darío Fo; o uno con la fuerza para reivindicar a las putas (prostitutas o no), resulta poco menos que uno más entre el conjunto de bazofia que circula por ahí literalmente nomás pa'mover el culo.

Sí, ya sé que muchos chavos me tildarán de ruco ridículo, pero procuro estar al día también en notas musicales y esto no más no entra en otra categoría que la de "si lo ví, ni me acuerdo". Teniendo una oportunidad para mostrar al personaje más consolidado, para generar un producto poco más que solo comercial, más comprometido, simplemente nos presenta esto:


sábado, febrero 20, 2016

Cuando el Eco se hizo Silencio (Prefacio)

SEGURAMENTE MÁS DE UNO, especialmente colegas o exdiscípulos, estará extrañado de que no haya publicado nada en relación al fallecimiento reciente, el 16 de febrero, de una de mis más grandes influencias profesionales y literarias: Umberto Eco. Es que no acabo de asimilar su ausencia, su estructura hoy más que solo ausente, entre romperme la cabeza tratando de resolver la cotidianidad, de hallarle significado a cada acto o silencio, palabra o pasión del momento, esta ausencia tan llena de signos me abruma como profesional de la comunicación, como escritor.

Hay mucho que puedo o quizá debo escribir al respecto. Repaso, acaricio los libros de Eco en mi biblioteca y cada roce es en sí mismo un Eco renovado del pensamiento, una razón de la sinrazón humana, un conjunto de interpretaciones para caminar la interpretación. Una puya en mi anhelo por volver a la academia, una apostilla en el cuerpo de ideas que no he podido acabar de ordenar, de publicar y compartir en la forma de la teoría personal sobre la semiótica de lo humano.

En cada página abierta de esas obras suyas jamás cerradas, hallo el nombre de la rosa y la rosa a su vez me nombra. Me entiendo siendo yo y otro y tantos entre líneas y por las reacciones de los otros, apocalíptico; y sin embargo y a despecho de los recalcitrantes descontentos de siempre, me comprendo integrado en lo esencial.

Si me apuran a mencionar las más importantes y definitivas influencias en mi vida como comunicólogo, o más, en el desarrollo del mundo contemporáneo, sin discusión tendría que anotar: Marshall McLuhan, Umberto Eco, Abraham Moles, JOseph Campbell, Gillo Dorfles, Mircea Eliade, Octavio Paz, José Ortega y Gasset... apenas unos pocos apelativos para anudar la memoria.

Sirva pues, entonces, este apunte como un prefacio de lo que puedo ya estar elaborando para compartir, algún día, tan pronto como lejano. No para hacer un obituario, reseña o revisión teórica como mejor un elogio, en mi estilo, de la lectura.

jueves, junio 18, 2015

Respondiendo a una "buctubera"

RECIENTEMENTE ATENDÍ EL SIGUIENTE VIDEO y me compelió a responder de la manera que anoto enseguida:

Hola, he escuchado con detenimiento tu carta, en parte porque me he sentido aludido, aunque no sé si has visto mis videos empezando por este "Sopa de Extranjerismos".

Confieso que me tentaste a hacer un contestación también en video, pero tras atender las ligas que aquí compartes así como los comentarios de tus seguidores preferí compartirte mi punto de vista aquí, así, por considerar la forma más contundente.


Luego de escuchar el podcast y de ver el video que refieres noto que la piel de algunos "buctuberos" es extremadamente delgada o su capacidad de lectura es tan superficial que no ven más allá de lo que la ironía busca señalar, y esto lo digo en consonancia con algo que te comenté en un video previo, no recuerdo cuál.

Entiendo que puedan sentirse "ofendidos" por ser tachados de cierta forma, con determinados adjetivos por cierto, para no variar y en la línea de lo mismo que adolecen los "buctuberos" tomados de la cultura anglosajona, tales como "nerds", "freaky", etc. Yo mismo he padecido a lo largo de mi vida de calificaciones semejantes y hasta peores, desde "ratón de biblioteca" hasta "ente raro" (que no otra cosa significan esos adjetivos), y más pronto que tarde aprendí a engrosar mi piel y a tomar las cosas como de quien vienen, sin "hacerme cruces" o "autofagelarme" con una autoconmiseración innecesaria y resultante de una baja autoestima.

Miro varios canales de diversos "buctuberos" y, es verdad, les guste o no tienen características que no comparten con el común denominador de los jóvenes y es justo eso lo que los hace distintos, valiosos, aunque no únicos ni irrepetibles. ¿Raros? Sí, porque el común denominador no lee. "Matados" en el sentido de estudiosos, sí; porque el común denominador va aprendiendo de los libros, los maestros, los pares y la vida como por ósmosis, reactivamente, sin detenerse demasiado tiempo en el disfrute de las cosas que el hombre ha creado, analizando y se conforman solo con entender sin apuntar a la comprensión de las cosas que la existencia ofrece real e imaginariamente, a diferencia de algunos "buctuberos".

Es verdad también que muchos "buctuberos" dejan bastante qué desear en la manera como presentan sus contenidos, aun cuando los hacen con un amor indiscutible. Las reseñas de algunos, ni a reseñas llegan por fallas "naturales" en su manera de expresión; ya no digamos que ni siquiera se acercan a algo similar a una crítica. Los argumentos que exponen en algunos casos, sí, son, aunque auténticos, torpes y mueven a risa, son en este sentido ridículos, pero no vergonzosos.

Los señalamientos de los locutores en las ligas que compartes no se burlan con afán destructivo, así lo entiendo, aun cuando reconozco que sus señalamientos son tan ligeros como lo que señalan. El mismo autor "Blue Jeans" hace mofa como sintiendo pena ajena, en tanto autor, como diciendo: ¡esa clase de lectores tengo!; y como reconociendo: ¡a esa clase de lectores apelo!

Tu carta, conmovedora sin duda, me parece un lamento más que una exhortación. Acompaño no obstante varias de tus ideas. No hay necesidad de maltratar a nadie al momento de efectuar una crítica, pero a veces esta, de tan dura y necesaria, al criticado le resulta ofensa sin serlo, un atentado a su amor propio. Cierto, yo mismo como profesor de comunicadores y comunicólogos por más de 20 años he enfatizado la importancia del respeto por el otro, sin embargo también he acentuado el valor de la crítica y de la autocrítica, y veo en algunos "buctuberos" ausencia de esta última al amparo del regodeo a veces insulso en la tarea de hacer lo que es su mero gusto.

Como le dije en alguna otra ocasión a otro "buctubero", entre el abuso de expresiones sajonas por simple moda y la repetición de formas y maneras de presentar los contenidos la fórmula del booktuber empieza a verse gastada por más que la paren de cabeza. Tu caso es de los pocos que rescato.

Hace no muchos años, editorial Alfaguara hizo un concurso para incluir a blogueros en un proyecto mercadológico llamado "Cadena de Lectores". Enemigo de concursos, me animé a participar quedando, para mi sorpresa, entre menos de una decena de elegidos, la mayoría muchachos 20 años menores que yo. Así comencé mis colaboraciones "gratuitas" a lo largo de 3 años reseñando libros en mi muy particular estilo que hace mi blog "Elogio de la Lectura" escrito y (ahora además) en video (¡sí, soy "buctubero"!). Siendo profesional de la comunicación, mi pago eran los libros mismos que me enviaba la editorial. Mi madre, promotora de la lectura, cómplice de mis "botines" tras cada Feria del Libro, bibliotecaria, con puntual ironía cierta vez me dijo: hoy no hay comida, así que a ver si cocinas un estofado de libros a falta de sopa de letras.

En fin, ¿a dónde he querido llegar? A esto, a lo mismo que decía Luis de Góngora: "ande yo caliente / y ríase la gente" o como yo mismo he escrito en estos ejemplos:

martes, mayo 26, 2015

Haciendo del cáncer mamario una enfermedad del pasado

 


  • Renombrados artistas gráficos participan en la exposición denominada Tikkun Olam (“Sanar al mundo”), presentando obras elaboradas para beneficio de la fundación FUCAM contra el cáncer de mama.
  • El fotógrafo Ramón Gellida, en colaboración con ToriTori, Bestia Energy Drink, Clip Taller, Porche y  L.A.Cetto presenta una colección de textos poéticos de Mardonio Carballo ilustrados con fotografías intervenidas por reconocidos pintores, con la finalidad de promover la prevención del cáncer de mama.
  • Suzie Del Vecchio y Roger Shah contribuyen activamente en la prevención del cáncer de mama generando conciencia social mediante su música.

El arte tiene el poder de Tikkun Olam, es decir de “sanar al mundo”. Y ello queda demostrado en exposiciones como la que, con ese nombre y concepto, se ha realizado el 26 de mayo en las instalaciones del restaurante ToriTori ubicado en Polanco a beneficio de la prevención y el tratamiento del cáncer de mama.

En nosotros está sanar al mundo
Cuenta una leyenda que, en el origen de Todo, la divinidad hizo espacio para la creación. Contuvo su luz en unos vasos especiales, pero algunos de ellos se rompieron haciéndose añicos y dispersándose en el Universo. Si bien la mayor parte de la luz volvió a su fuente divina, algo de luz se apegó a los fragmentos rotos como lo hace el reflejo de las cosas a los espejos. Estos fragmentos constituyen el mal y son la base para el mundo material, y sus chispas atrapadas de luz les dan un gran poder.

El primer hombre de la creación tuvo la intención de restaurar las chispas divinas a través de ejercicios místicos, pero su pecado interfirió impidiendo que lo consiguiera. Como resultado, el bien y el mal se mantuvieron mezclados en el mundo creado y las almas humanas anteriormente contenidas dentro del primer hombre también se convirtieron en prisioneras dentro de los fragmentos del vanidoso egoísmo.

La “reparación” que se necesita, por lo tanto, es doble: por un lado, el encuentro de la luz y por otro, la sanación de las almas, que puede ser alcanzado por los seres humanos a través de la contemplación de la luz.

Así, Tikkun Olam refiere al afán por reparar o, mejor aún, sanar, con responsabilidad el mundo que conocemos.

Arte para la prevención
El cáncer de mama es un grave problema de salud pública en México que afecta lo mismo a hombres que a mujeres. Si bien estas forman el principal objetivo de las políticas de gobierno y las iniciativas civiles dedicadas a la labor de prevenir la enfermedad, esta sigue siendo una seria amenaza que trastoca el bienestar de los individuos y de las familias, de ahí la importancia de Tikkun Olam (“Sanar al Mundo”).

De acuerdo con los diversos estudios realizados, el problema se ha incrementado de forma preocupante, en parte porque todavía hay poca conciencia e información en la gente acerca de la relevancia de prevenir el mal mediante chequeos médicos frecuentes como parte de los hábitos que pueden hacer del estilo de vida actual, especialmente de las mujeres, uno más sano.

FUCAM (Fundación Cáncer de Mama) surgió en el año 2000 con la finalidad de, en tanto asociación civil, fomentar, especialmente en los grupos socioeconómicos más desprotegidos y marginados en México, la educación para que pueda ser detectado oportunamente el cáncer de mama, así como procurar el diagnóstico, el tratamiento especializado, seguimiento e investigación de la enfermedad. Realiza su labor a través de tres líneas de acción: la educación, la prevención y la detección oportuna del cáncer de mama. Su misión es una sola: hacer del cáncer mamario una enfermedad del pasado.
Siendo la primera institución sin fines de lucro en México y América Latina con diversos servicios, equipo y personal de alta especialidad para la detección y tratamiento de padecimientos malignos de la mama, FUCAM destaca por ser la asociación que implantó el primer programa de detección oportuna del cáncer de mama en México. Actualmente realiza en promedio 100 consultas y 70 mastografías diarias, así como 75 ultrasonidos mamarios y 40 cirugías a la semana. El objetivo, mediante proyectos de exposición artística como Tikkun Olam (“Sanar al mundo”) es provocar la conciencia bastante que permita que estos promedios puedan elevarse notablemente en beneficio de la población afectada.

En los años recientes, el cáncer de mama se ha convertido en un referente fundamental en el arte. El arte ha sido una herramienta fundamental en la difusión de esfuerzos como los que lleva a efecto FUCAM. Más allá de los logros estéticos, al tratar el tema doloroso del cáncer de mama, los artistas entienden que una de las funciones sociales de su trabajo es informar. Ello destaca la utilidad del arte en la tarea didáctica de acercar a la población de forma poética, estética y constructiva a un tema que demanda acción frente a las normas e impedimentos sociales que agravan el problema.

Artistas y sanadores de mundos
El arte, empleado como medio de comunicación y por su siempre desafiante forma expresiva, tiene de suya gran posibilidad para penetrar en la conciencia social y servir como agente de cambio mediante el cuestionamiento de la moral predominante. Por lo anterior, un grupo de 12 artistas plásticos, escritores y actores encabezados por el fotógrafo Ramón Gellida, se dieron a la tarea de ilustrar diversos aspectos relacionados con el tema, esto mediante la intervención pictórica de fotografías que muestran que el cuerpo humano siempre es hermoso sin que la pena, el dolor, la salud o la enfermedad sean determinantes de su belleza, la que a fin de cuentas está en el ojo de quien la lee.

Entre los artistas participantes podemos enlistar a: Sergio Albiac, René Almanza, Mardonio Carballo, Alexis Mata “Ciler”, Héctor Falcón, Jesús Urbieta Palizada “Chu Huiini”, Gabriel Macotela, Rodolfo Fuentes “Don Rodo Marinero”, Guillermo Roel, Edgar Flores “Saner”, Alberto Seveso, Leonardo Tezcucano.

Es necesario mencionar la participación especial de Suzie del Vecchio y Roger Shah quienes cedieron los derechos de su famoso tema musical “If You Were Here” que sirve de fondo emotivo para el video de la exposición.



Suzie del Vecchio es una cantante y compositora mexicana que saltó a la fama poco antes de la Copa Mundial de Fútbol efectuada en México en 2006 como una destacada intérprete de la música electrónica. Ha trabajado al lado de reconocidos DJs y productores. Fue descubierta por el legendario productor Paul Oakenfold con quien realizó su primer tema “Mesmerized”. En 2013 comenzó a colaborar con Roger Shah en varios proyectos y conciertos. La reputación de Roger Shah se extiende a 20 años de experiencia y más de 500 actuaciones para algunas de las más importantes firmas productoras como Sony, EMI, Universal y Warner, entre otras. Como productor ha trabajado con artistas de la talla de Tiësto, Armin Van Buuren, Paul Oakenfold, Sarah MacLachlan y una pléyade de estrellas. Su sencillo “White Sand” es considerado uno de los más importantes clásicos de música electrónica de la reciente década. Junto con Suzie del Vecchio interpreta el tema “If You Were Here” que engalana este esfuerzo de Tikkun Olam por sanar al mundo.

martes, diciembre 09, 2014

Leer o no leer, ¿ahí el dilema?


Si bien en muchas ocasiones comulgo con Arturo Pérez-Reverte en muchos temas, esta vez no es así (léase la nota adjunta:"El Quijote crea buenos ciudadanos: Perez-Reverte").

Comprendo a cabalidad la importancia literaria y que para la cultura y la lengua hispanoamericanas reviste El Quijote entre muchas otras obras "consentidas", no obstante me queda claro, desde la experiencia en la academia y la personalísima que, dadas las características de las nuevas generaciones, lo peor que puede hacerse en la educación, cualquiera que sea, y especialmente en niveles primarios y secundarios es imponer, obligar a la lectura, así se trate de los clásicos.

Por lo menos en México, donde muchas veces los mismos profesores no están debidamente preparados para conducir a los educandos en la lectura analítica y de comprensión, forzar la lectura de ciertas obras so pretexto de ser fundamentales para el desarrollo humanista de los individuos, en lugar de incidir positivamente en el interés y afán de cada cual por acercarse a los libros redunda en su rechazo. Si a esto aunamos las "facilidades" que conllevan las tecnologías en aspectos didácticos y en el "ahorro" expresivo, pero aún.

Hoy más que nunca antes, a los lectores se les debe persuadir, seducir. Los clásicos no son el garbanzo de a libra, como sí ocurre con algunos textos que, a pesar de su discutible calidad tienen la ventura de tocar la curiosidad, de hacerse significativos para los estudiantes, atraerlos como moscas a la miel de las páginas de un libro.

No estoy afirmando ¡guácala con los clásicos! Ellos también tienen la virtud anotada y muchas más. Solo reconozco y enfatizo que cada lectura tiene su tiempo de maduración. No todos empezamos, de niños, leyendo a Salgari ni de él mismo sus obras de aventuras en los siete mares. No todos tenemos la capacidad imaginativa para comprender el surrealismo de Ende o de Franz Kafka, para el caso de traducciones al español (luego poco confiables). Yo mismo no me atreví a leer Cien años de soledad hasta que me sentí mental, intelectualmente preparado para acometer la empresa. Y es fecha que no he leído Don Quijote de la Mancha. En el arte en general hay obras cuya relevancia no puede ser atajada como si nada.

No todos le entran a la poesía (si lo sabré de sobra en tanto poeta), así se trate de un texto erótico o uno plagado de consignas contra los politicastros.

Hoy veía una nota sobre un grupo de jóvenes cantando una canción de protesta contra el gobierno mexicano y lo primero que noté fue el rango de edades de los cantantes. Luego atendí la letra y no pude más que concluir: alguien mayor de veinte años está detrás de esto. Y es claro, no por hacer menos a los muchachos, pero naturalmente, por más avances que haya, la mentalidad de los jóvenes es maleable, llena de huecos, con tendencia a la imitación de patrones, ideas, conductas, actitudes y valores, no se diga de opiniones. Esto no los hace menos, no obstante los hace vulnerables a los intereses mezquinos de los oportunistas, los hace carne de cañón predilecta de los que albergan esperanzas aviesas frente a la posibilidad de hacerse de un modo u otro con el poder. Lo hemos visto generación tras generación: jóvenes que en su despertar a la vida contrastan su experiencia con la de sus ancestros y predecesores, fincan sus ideales en una realidad que sienten les va quedando chica y acaban por minar con iracunda virulencia cuando no con desidia, llevados por el rencor, la desesperación, la ambición, las aspiraciones frustradas, más dispuestos a destruir para reconstruir que a construir sobre los construido.

Es más, la digresión anterior sirve para examinar. A esta altura de este texto, habrá que contar cuántos ya se van quedando y siguen dispuestos a seguir ya no nada más el próximo párrafo o la inmediata línea de abajo, sino esta palabra antes del punto y aparte.

Si tú, amigo lector, has rebasado la frontera del punto, antes que nada gracias. Por tu paciencia, interés y gusto por la lectura. Pues no siendo yo un clásico y diciendo quizá barrabasadas me has dado permiso de entrar por los ventanales de tus ojos hasta ese rincón íntimo de tu mente y tu corazón donde habita la curiosidad por saber. Algo, aun anterior a este artículo, detonó tu hambre y tu sed de letras. Te nació pizcar las migajas dejadas por mi retórica, y si llegaste hasta aquí nadie te obligó, ni un profesor ni un programa académico ni tus padres ni Dios, acaso solo tu libre albedrío.

Y en este darme y darte permiso de entrar en un diálogo a través de la distancia confirmo que ninguna letra puede ingresar en la conciencia a punta de insidioso deber. Hay cosas que sí son necesarias y vitales. La lectura puede serlo, pero no el modo como se lo ha venido enseñando por siglos. Que conste, no me opongo a la lectura de nada, sino a meterla con calzador en el ánimo del lector incipiente.

viernes, julio 25, 2014

Almas vecinas

Hay escritores publicados y premiados y no por ello son del todo conocidos. Hay los que sin pasar por los ojos de los lectores gozan de fama indescriptible.

Habemos los que no sabemos desatarnos de la circunstancia y los que son en sí mismos lo que ya Ortega y Gasset apuntaba: snobs en constante búsqueda y construcción de la propia.

Esta vez quiero compartir un poema que, a mi juicio, goza de una fuerza y una solidez descomunales, de esas que solo pueden surgir del alma. Ya quisiera leer más textos de escritores mexicanos coetáneos o más jóvenes con la honestidad y desgarro espirituales que hallo en este texto como en su autor, Manuel Pérez- Petit (algo tendremos de parientes por causa de su apellido materno) de quien no quiero decir mucho, porque temo que no le haría debida justicia.

Coetáneo, español (perdón, catalán) de origen, avecindado en México por causa, como les pasa a tantos, de enamorarse de lo que esta maravillosa, prodigiosa tierra nuestra ofrece y muchas veces quienes somos oriundos de ella no aquilatamos, tuve ocasión de conocerlo, de tratarlo unas pocas veces por motivo de laborar para él y su editorial Sediento Ediciones algunas dictaminaciones de libros. Su semblante afable empero ligeramente adusto me reveló desde la primera impresión un alma decidida, aventurera, melancólica y colérica, ingredientes estos necesarios para hacer de la mezcla literaria verdadero polvorín. Periodista de profesión, poeta por vocación, pluma de buena cepa, déspota para algunos (ni yo me salvo de que me tachen con semejante adjetivo, ya se ha visto y lo he comentado) su grado de exigencia en lo que la palabra y sus usos se trata lo hacen un escritor y un editor un poco a la vieja usanza; lo que es bueno para unos y no tanto para otros. ¿Buen amigo? Quizá, no lo conozco tan a fondo.

Confieso que, aun cuando tenía noticias de su regular fama y nombre, en realidad desconocía su obra. Es apenas cuando ha estado soltando aquí algunos poemas suyos que me he ido acercando aún más que cuando le estreché personalmente la primera vez.

Este poema en particular me ha colocado en una posición peculiar, parafraseando el dicho, entre el espejo y la pared. Porque encontrarme un extranjero que se sienta, como decía un amigo cubano de mi padre, más mexicano que el pulque no es frecuente y me conmueve hasta el corazón mismo del agave. Más cuando se expresa con la fuerza y precisión con que este poeta lo hace. Me atrevo a decir, aun habiendo leído poco, que estamos ante un escritor que cae en la descripción de Unamuno para quien la densidad de la palabra lo era todo.

Es este un poema denso por sustancioso. Es este, lo aseguro, un poeta denso por su gravedad y su soltura, complejo en su simpleza y simple en su proposición.

Disfruté conocerlo y ojalá el trato se prolongara, a pesar de mi encierro. Le entregué con posibilidad de publicación mi Laberinto Bestial 1. Semillero de Indicios. Le vio potencial y también coincidió en la necesidad de enmiendas menores (que no hice para la autopublicación, pero sí he efectuado para una segunda edición). No supe si finalmente cabía en sus intereses, pero poco importa, porque al fin somos bestias que abrevamos en el mismo venero de la, como calificó Octavio Paz, libertad bajo palabra.

Dolor de México
De Mi pensamiento (2005-1011, incluido en Sin tierra soy, 2013, Tintanueva ediciones)

Manuel Pérez-Petit mirando el Templo Mayor
de los mexicas en México, D.F. Agosto 2010.
Imagen: Search Pofy
Sé que me callarán hasta los huesos,
que es mi deber ser mudo aunque mi lengua
explote con serpientes y con gatos;
que en este levantar de la hemorragia
debo tragarme entero cual cicuta
este dolor que siento y nadie siente.

Manuel sin tierra soy, y así me aguanto.
Se puede preguntar, pues hay respuestas
deseando borbotar a nuestro encuentro
en esta nopalera del camino
y bajo el sol que mata ya es mi apuesta
apostar por el sol que resucita.

Yo soy mitad durazno medio tuerto,
de corazón helado y reclamante,
ser de mieles cuajadas de tristezas,
nave desvencijada y con espinas,
apenas un proyecto, apenas nada,
reventado de erratas sin sutura.

Yo soy un ser sangrante sin remedio,
yo nací defectuoso y esto es crónico,
y más desde que piso nuestra tierra,
la tierra prometida, Tenochtitlan,
amor de mis amores, y si pesa,
recomiendo camotes y ajo y agua.

Yo soy el megalómano si opino,
la piedra en el zapato que anda solo, 
otro nuevo Cortés y otro Alvarado,
el que contrasentido se encamina
en una meteórica carrera
dedicada a medrar y a ser insulto.

Yo soy el alacrán que quita el sueño,
una especie de chinche maliciosa,
un chapulín incómodo y chocante
que aparece de pronto entre las sábanas,
llenándolas de olor a puro caño,
el escamol perdido y la urticaria.

Yo soy un ser molesto por ser libre;
por venir de los mares que cruzaron
quién sabe quién y qué tristes torturas,
y aunque de la chingada sea mi padre
también soy hijo pródigo y querido,
y en la patria común de la palabra.

Yo soy el pinche ser que siempre ofende,
el que impone lecciones y se arrastra,
y, en lugar de humillarme y ser soluble,
voy dictando doctrinas de otro mundo,
que siento que es peor que en el que vivo,
a este país de fuego, edén del agua.

Y aunque deba callarme no me callo,
pues no me da la gana, y que expatríen
mis huesos en el hueco de este pino
el puñado de amigos que aún no tengo,
los que cosen mi boca, los censores,
negando libertades que son mías.

¿Qué pinto, pues, joder, en el dolor
y cuando este dolor no siendo mío
es más mío que el duelo enlutecido
que envuelve a lo que amo en esa manta
podrida por un virus de ignominia
y en la que estando todos yo no quepo?

No soy indiferente a tanta sangre
ni al duelo vergonzoso establecido
por lo institucional que se denigra,
y en la revolución a que me apunto
espero hallar un hueco respirable
para mi ser de apátrida cansado.

Y al llanto que me clama y moviliza
por un México limpio de dolores
me alzo y alzo mi lápiz y este puño
de corajudos versos, manos blancas,
banderas de silencio y ventanales,
-y ya me vale madres qué digáis-,
me alisto de inmediato a la batalla,
con la sola defensa de mi pecho,
y quiero ir al frente para siempre,
a vuestro lado, al tuyo, así a morirme,
por esta causa noble de la patria,
y por mucho que pese a quien le pese,

mi grito es: ¡Viva México, cabrones!


martes, abril 22, 2014

Cosas de espanto o hacia la construcción de personajes



LA SEMANA PASADA fui al cine con un buen amigo a una función de media noche que no es como las de mi juventud. No vimos "Emmanuel 75" o "Garganta profunda 87, atragántate con esta". Vimos "El Hombre Araña". Siendo de media noche primero pensé, ¿qué le voy a ver al héroe! No es lo mismo los huevos de la araña negra que... Pero ¡ash! el hombre no arañó ni el asiento, jajajaja... Luego mi amigo y yo charlamos largo, analizando la película como acostumbramos. Estábamos en mi casa. De pronto vi una rara sombra sobrevolar las escaleras de la sala.

Yo estoy acostumbrado a las manifestaciones "sobrenaturales" que suceden en mi hogar aun desde antes de la muerte de mis padres. Mi amigo también ha experimentado algunas de ellas. Esta vez se sintió incómodo.

Pasaron los días. El jueves 17 de abril murió el grandioso Gabo. El viernes sucedió el temblor de más de siete grados que sacudió a la ciudad y me llamó una querida prima y bruja cartomanciana (los primeros ojos verdes fulgurantes que iluminaron mi vida, desde antes de mi primera musa) para saber si me encontraba bien. Charlamos de esto y lo otro y aquello y de que mi abuela Luisa, que ella conoció bien, había leído en su juventud la baraja española hasta que cumplió una manda de retirarse tras curarse mamá de un accidente por el que, siendo una adolescente, picando cebolla, se cortó una falange de un dedo.  Contaba mamá que mi abuela Luisa era muy atinada en sus vaticinios y la buscaban mucho las señoras pomadosas para consultarla en calidad de oráculo.

Volvieron a pasar los días con sus horas. Una noche, Micha estaba de necia maullando sin que yo comprendiera sus motivos, me miraba como fastidiada de tratar de hacerse entender, de pronto abrió por completo sus ojos y movió la cabeza rápidamente dirigiendo la mirada a un punto sobre mi cabeza, un segundo después salió corriendo de la habitación dando fin a su necedad.

Esta mañana... ¡Pum! Un golpe sonoro y el movimiento brusco de mi cama me despertaron de pronto. Inmediatamente hice en un santiamén asociaciones lógicas sobre la fuente: no podía haber sido ocasionado en la casa del vecino pues la cabecera ni hizo ruido. Me levanté, di una patada a cada lado de la base de la cama. El sonido era idéntico. Por supuesto no podía corroborar el movimiento de la cama como consecuencia de la patada, pero era obvio. Descarté otras causas lógicas como que era absurdo que la gata ocasionara algo semejante. Así, sólo pensé: alguien me pateo la cama, pero ¿quién? Más tarde, en las noticias confirmé como falsas mis sospechas de algún estallido como el sucedido en San Juanico hace una veintena y que se sintió hasta en mi casa, a muchos kilómetros de distancia. Aquella vez comencé a soñar la pesadilla de que soldados del ejército estadounidense arremetían con ariete contra la puerta en medio del fragor de una encarnizada batalla. ¿Qué había pasado ahora?

Mi madre me despertaba o llamaba (incluso un par de veces tras su muerte) susurrándome al oído, acariciando mi cabeza con suavidad o gritando mi nombre o haciendo ruidos desde su habitación o la de enfrente, casi como hace Micha que por cierto, ¡qué coincidencia! llegó a mí, me adoptó justo el día del cumpleaños de mi Coneja cabeza de alfiler. Sólo quedaba la posibilidad de que el causante hubiera sido mi padre, el pícaro Duende Verde.

Cuando yo era chico a él le daba por despertarme jugando a la motoconformadora. Como él, siempre he tenido el sueño muy pesado, así que él llegaba temprano, me daba mi mamila y colocaba sus brazos bajo mi cuerpo y las cobijas; haciendo ruidos como de motor ¡bssss! ¡groarrrrr! ¡pfff! ¡uuuugrrr! Con sus brazos me iba removiendo y empujando hasta provocar divertido mi caída de la cama, y yo lo dejaba hacer también gozando el momento, excepto por el asqueroso embrión de huevo con que él hacía mis licuados y que invariablemente se atoraba en el orificio del chupón (hasta los nueve años disfruté de este tratamiento de bebé; a diferencia de mi padre, mi madre separaba el embrión). Luego de caer, yo volvía a la cama y a seguir durmiendo.

Mi horario habitual es más bien vespertino y nocturno, como de gato, crepuscular. Desde bebé voy conciliando el sueño a eso de las tres de la mañana, así que entro en la oscuridad del dormir cuando dicen que empieza la actividad de los espantos.

No puedo achacar mi puntual impuntualidad a mi padre, pero en buena medida contribuyó a que adore la cama, a que procure dormir mis ocho o nueve horas, pero también a llegar corriendo a la escuela y otros sitios hasta que mamá tomó las riendas y ni así. Ya adulto, ni siquiera mis dos despidos laborales que usaron ese pretexto cuando las causas reales obedecían a otros motivos, ni el psiquiatra con que me sometí a terapia para ajustar mi ciclo circadiano consiguieron ciento por ciento su cometido de meterme en la norma. Por lo tanto, sólo mi padre muy dado a las bromas pesadas pudo haberme movido el lecho; es más, haciendo memoria creo recordar que alguna vez en esos años de infancia me lo hizo eso de patear la cama, pero no es igual despertar abruptamente y ver a papá atacado de la risa que despertar igual y no ver al causante.

Poco después de la muerte de papá le dije que podía venir a visitarme cuando y cuanto quisiera, y sabiendo su interés y curiosidad por la tecnología lo conminé a emplearla para contactarme. Pronto hizo lo propio y una noche, cuando estaba yo comenzando a dormir, en mi celular sonó solito un archivo de audio de broma muy simpático que algún amigo me había enviado tiempo atrás con motivo del Día de la Madre. Era el tipo de vaciladas que a papá le habrían gustado recibir y enviar del modo como hizo el lapso que usó la computadora. Sospeché la causa, pero no hice caso. Minutos después, el mismo audio volvió a sonar; entonces percibí con toda claridad a papá (a mis muertos no los veo o escucho, los presiento) y charlamos y recordamos anécdotas y contamos chistes y reímos, como reí esta mañana cuando caí en cuenta de su broma. Es más seguro que eso sea y no un lúgubre aviso de alguna pena por enterarme.

A pocos días de la muerte del creador del realismo mágico, luego de presenciar una luna enrojecida, escribo esto y dudo. Lo narrado aquí no es propiamente un cuento ¿o sí? ¿Dónde queda la frontera de ese país fantástico, mágico en que las mariposas amarillas transportan levitando a la memoria a su morada de olvido y la realidad?

En 1998 decidí escribir la novela sobre la historia de mi genealogía, pero es tiempo que no trazo ni una línea. Sólo he acumulado apuntes de investigación, datos. Hacia 2002 leí una novela alrededor de este tema, La Lágrima. Historia de una familia que bebía de los vientos, escrita por Ignacio Gómez-Palacio, que me cimbró. Muy cercana en algunos aspectos a mi familia, la familia en que se centra la historia narrada en esa novela situada en Michoacán (de donde también es parte de mi familia materna) experimenta entre otras cosas cómo los alacranes precedidos de mariposas negras anunciaban horrorosamente el final de alguno de los miembros. Quién me hubiera dicho que me sucedería algo semejante; no lo habría creído, pero pasó especialmente con los decesos de mis familiares maternos.

En 2013 al fin me decidí a leer Cien años de soledad. Me sentí con la madurez suficiente para apreciar la novela de Gabriel García Márquez de quien ya había leído otras obras y esta aguardaba en la estantería desde los años setenta del siglo veinte.

Tras leer este libro más me he detenido en la empresa de escribir la novela de mi genealogía. Temo caer en lugares comunes, imitar involuntariamente al genio colombiano porque también en mi historia familiar hay mucho de realismo mágico. Sé por dónde empezar, pero no por dónde transitar.

¿Y si fue Gabriel García Márquez quien pateó mi lecho como una especie de enviado para sacudirme, mi personal Melquiades para sacarme del marasmo y evitarme ser un remedo del Coronel Aureliano Buendía, o como José Arcadio perder la cordura y morir atado al tocón del jacarandá en mi jardín y que está pendiente de que ponga manos a la obra en tallar el torso inscrito en la suave madera; porque tengo tanto manuscrito por leer y escribir?

Tendré que esperar al próximo espanto para saber qué quiere de mí ahora mi soledad.