Reconocer las palabras de otro a veces es reconocer las aspiraciones de uno mismo.
Este día ha sido premiado con el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, de los autores indispensables de Alfaguara, mi librero y de mi mesa de curiosidades, de esa de donde van surgiendo los elogios de la lectura y los trazos de vida plasmada entre papeles, y con la forma de líneas interminables que voy acomodando en gratos e importantes espacios como este.
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El escritor peruano Mario Vargas Llosa fue nombrado Premio Nobel de Literatura 2010 |
"Al principio, no me verás ni entenderás pero tienes que tener paciencia y mirar", apunta Vargas Llosa en el Elogio de la madrastra, en el capítulo que hoy por hoy une sus palabras con mis aspiraciones; cuando, repasando las ideas dentro del "Laberinto del amor" reconozco la huella del gigante en las humildes parcelas del libro que estoy terminando de escribir, otra vez, ese mi Laberinto bestial.
En efecto, primero, el escritor en su literatura no ve ni entiende el derrotero de los personajes. Parte de un concepto, pero en el trayecto de la construcción narrativa hace falta paciencia y mirar las aspiraciones de esas sombras con nombres inventados, tomados de una realidad ficticia que acaba convirtiéndose en una realidad palpable o viceversa.
"Con perseverancia y sin prejuicios, con libertad y con deseo, mirar", continúa el autor de ¿Quién mató a Palomino Molero? y de quien en entregas pasadas hicimos otros elogios de la lectura sobre El Hablador, Pantaleón y las visitadoras, Los cachorros, etcétera. Y lo dice con razón. "Con la fantasía desplegada y el sexo predispuesto -de preferencia en ristre- mirar", sigue Mario, para llamarlo familiarmente, y sí, mirar, aún más, observar es, a ojos del escritor peruano el primer paso en el curso de adentrarse en el dédalo de los sentimientos como en el de la libertad. "Allí se entra como la novicia al convento de clausura o el amante a la gruta de la amada: resuéltamente, sin cálculos mezquinos, dándolo todo, exigiendo nada y, en el alma, la seguridad de que aquello es para siempre".
Para siempre, una fórmula que se antoja exagerada en su determinación, sin embargo determinante en su propósito. Cada novela, cada cuento, cada ensayo, cada decisión de Vargas Llosa, el incluso ex candidato presidencial, proyecta una rebeldía sempiterna. Una postura congruente, en ocasiones insensata pero que por su impertinencia socava las estructuras más elementales, provocando la novedad, la reflexión sobre lo que no se quiere mirar, ya se trate de una "dictablanda" como la del régimen priyista en México, la necedad de una izquierda acrítica de sí misma, o las aparentes bondades de una socialdemocracia que no acaba de comprenderse en sus entretelas; y todo esto para siempre.
"Sólo con esa condición, poquito a poco la superficie de oscuros morados y violetas comenzará a moverse, a tornasolarse, a revestirse de sentido y a desplegarse como lo que, en verdad, es: un laberinto de amor". Un conjunto de senderos que se bifurcan recordando, llevando y trayendo a Borges; un sistema de habitáculos donde la selva se transforma en la ciudad del ansia y la urbe se devuelve al bosque de los instintos.
Mario Vargas Llosa con su premio bajo el brazo y la polémica siempre tras de sí, suma potencia a la ya innegable fuerza de la lengua castellana en el mundo, muy a pesar de los aparentemente pocos lectores, muy a pesar de las inequidades aparentemente propias de nuestros países latinoamericanos, siempre con hambre y sed de ser, de figurar, carentes en apariencia de líderes, de héroes capaces de competir con los extraídos del imaginario resultante de la historia.
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Virrey Don Juan de Acuña |
Regalo bicentenario, este Nobel, para Perú y el resto de los países que conmemoramos el momento cuando vimos la cara de la independencia. Reconocimiento de la palabra libertaria vestida de academia y sayal que lo mismo derivó de Lima a Guayaquil a Acapulco y San Juan de Ulúa con el nombre del, a mi juicio, verdadero padre de la independencia no sólo de México, Fray Melchor de Talamantes; que padeció la saña del asesinato indescriptible como Atahualpa, o mucho antes fundara en México la primera Casa de Moneda por determinación de -mal está en decirlo, lo sé- un vulgar ancestro mío, el virrey don Juan de Acuña.
Mario alguna vez equiparó a México con Perú, especificando que tal igualdad iba mucho más allá de la herencia maya-quiché. Y es cierto, Perú es México, porque México es Perú, porque en sus montañas, desiertos y costas y ríos y selvas se esconde el resplandor del sol para descubrir al oro de la iluminación, la creencia en que aún puede recorrerse el cielo yendo de la mano de un chamán.
Feliz cita de un autor, para mí, entrañable. Cita, referencia a su creación. Cita, con el fruto del talento y el trabajo. Cita, próxima y simplemente, tras la que la pluma, por causa del merecimiento, se transforma en cetro.