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sábado, abril 07, 2012

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¡Alerta, primeros lectores! (1)

(Publicado originalmente en el blog
Cadena de Lectores de Editorial Algafuara, 18 de marzo de 2009.)


Más allá de coincidencias, lo que puedes leer en las siguientes líneas, amigo lector, así como en anteriores entregas, son cruzamientos entre la vida de un servidor y las lecturas que voy haciendo de las cosas y situaciones que la vida me ofrece. En esto justo es en lo que menos podemos distinguirnos tú y yo.

¿Por qué dije lo anterior? Es bueno hacer un alto breve en el camino de las colaboraciones, para presentarme ante algunos lectores que pudieren llegar por primera vez a este espacio y los cuales, por primerizos, quizá puedan parecerles mis estilos temático y formal poco o muy peregrinos, máxime tanto si han como si no han pasado por mis variados sitios los cuales pueden revisar desde mi Blog Central.

Tal sensación experimentó recientemente la esposa de un amigo que jamás había leído nada de lo que he o hube escrito en mi vida y en distintos medios.

En cierta reunión me halagó sacando a la plática que acababa de leer el texto que antecede a este. Sin ánimo de entrar en polémica hizo un par de observaciones críticas, constructivas, tras las cuales me quedó claro que, en los blogs como en el periodismo impreso, hasta cierto punto la secuencia vale para puro sorbete y confirma que "en gustos, se rompen géneros".

Expliqué a mi amiga que lo escrito por mí en esta Cadena de Lectores obedece a una relativa secuencia, y que mi estilo elegido no tenía ni tiene como pretensión redactar reseñas comunes y corrientes, tampoco ensayos aislados e independientes o relatos de ficción, aun cuando puede darse el caso.

En entregas anteriores, como bien recordarán los asiduos seguidores de quien suscribe (si los hay; ya mi mamá sólo me leerá desde otra dimensión), ya había expuesto el punto, enfatizando mi interés no tanto en provocar la venta de tal o cual libro (mi especialidad no son las ventas; yo no he podido vender-me, ¡sigo en la "estantería" de mi casa!; y miren que mi madre ya estaba rematándome), sino, en la medida y alcance de mis posibilidades, propiciar el ánimo para la lectura.

Me di cuenta también que algunos lectores toman el rábano por las hojas y adjudican al autor las palabras de determinada cita incluida en tal o cual texto, sin reparar en su calidad de préstamo literario; es decir, no discriminan fácilmente o, por no discriminar, terminan discriminando paradójicamente y no en el sentido más edificante y cabal para su comprensión.

Quedé sorprendido con la afirmación, un poco indignada, de la esposa de mi amigo en torno a ciertas aseveraciones sobre los lectores anotadas en la entrega que ella leyó (la anterior a esta, insisto). ¡Pasó desapercibido, a pesar de lo evidente, que cité las palabras del personaje de la novela Entre Fantasmas escrita por el colombiano Fernando Vallejo. ¡Interesante fenómeno! Me llevó a la reflexión. ¿Acaso mi forma de escribir fue y es tan oscura y enredada como señaló esta amiga en su experiencia de lectora primeriza de mis letras? ¿Puede achacarse una torpeza interpretativa y de comprensión en ella? ¿O hay otra explicación? Aunque sería razonable, me inclino a no responder a la primera pregunta por vanidoso temor. Prefiero dejarla abierta para tus comentarios, críticas y sugerencias, amable lector a quien me debo, tanto si has llegado a este texto por primera vez, como si, primerizo o no, has leído otras entregas de mi autoría.

Me niego también a contestar la segunda pregunta, porque mi respeto hacia el lector me impide calificar su labor individualmente, sin un previo y concienzudo análisis de la comprensión lectora y sus alcances como proceso mental. Hay mucho escrito al respecto por psicopedagogos y educadores y, aun cuando he estudiado el tema y he impartido cursos y talleres sobre el pormenor, soy el primero en cuidarme y reconocer lo difícil de decir a uno "tú no comprendes" sin arriesgarse, con razón o sin ella, a ofender y lastimar la autoestima del otro, con la consiguiente ganancia de enemistad.

Así, para no volver refractarios a mis líneas a los pocos o muchos (qui sá) lectores presentes y futuros interesados, opto por lucubrar desde el tercer cuestionamiento.

Hay otras explicaciones; y parto para esta aseveración de lo que Umberto Eco expone en su ensayo Los Límites de la Interpretación. Ahí, en resumen, dice que hay tres niveles para la interpretación de una obra cualquiera que sea su índole.


  1. La interpretación que hace el autor de su obra desde su creación y en vista de su proceso creativo.
  2. La interpretación que hace el lector desde su óptica peculiar aislada del autor y la obra.
  3. La interpretación que provee la obra desde sí misma, por su estructura y sus funciones semánticas, o sea sus significados implícitos, independientemente de la existencia del autor y el lector.

Para el primer nivel basta con entrevistar al autor y este podrá explicarnos de manera medianamente inteligible qué quiso decir en un párrafo, eligiendo tal o cual palabra o imagen, cuál era su propósito al abordar determinado tema. Es más o menos lo que hizo conmigo la esposa de mi amigo en el afán de fincar la conversación. Pero no siempre se tiene al autor a la mano o este es anónimo, así que luego aquí queda un misterio.

En el segundo nivel, ese misterio puede ser regularmente resuelto por la intervención del lector, quien con su opinión enterada puede estar en capacidad de explicar el trasfondo y hasta la superficie de una obra, y así aventurarse en el ejercicio de la explicación adivinatoria o incluso en el enjuiciamiento crítico.

Pero, ojo, se necesita que sea una "opinión enterada". Esto es, el lector requiere no nada más hacerse una idea de lo que lee, sino que esta idea habrá de estar fundada en un conocimiento suficiente y previo sobre las características particulares de la obra, el autor y el contexto que los rodea. Un conocimiento "enciclopédico", al menos, sobre el estilo, la biografía y otras minucias relacionadas. Claro, no siempre el lector, primerizo o no, tiene a la mano o en su bagaje cultural la información básica o el interés por investigar, o esta puede variar en vastedad o exactitud entre un lector y otro, y entonces la opinión raya (hecho más que común) en el acto de fe: "creo que esto es bueno porque me gusta". El gusto jamás construye ni ha construido juicios de valor por más apetecible y respetable que sea semejante presunción. El gusto (y me remito a los ensayos y estudios de Gillo Dorfles) es impulso no razonamiento, aun cuando pueda ser razonable; la opinión tira hacia el dogma por basarse en el parecer y no en la demostración, y el juicio envuelve al dictado de la razón.

¡Me vi muy kantiano? Disculpen la involuntaria petulancia, so pena de ser tergiversado.

(CONTINUARÁ)

miércoles, diciembre 07, 2011

ESTÉTICA DEL HORROR (Apuntes alrededor de Lo Sublime 1)

En Facebook suelo solazarme con poemas de lo más variopintos. Recientemente una escritora y promotora cultural solicitó mi amistad. Acepté gustoso. Me han sorprendido varias de sus publicaciones, pero hoy quiero compartir y someter a Elogio este poema.
Ven amor, siéntate aquí
taparé con cuidado las heridas de tu cabeza con el poco cabello que te dejé
tendré cuidado de no lastimarte más
hielo en los moretones y pomada para tus huellas digitales que han desaparecido
ven amor, déjame mirarte, eres perfecta, así delicada y silenciosa
trastornada, dopada
dolida y vulnerada
así me gustas tanto... eres tan manipulable.
Ven amor cuando hayas recompuesto tus ojos ahora de loca
cuando vuelvas a ser tú, de cualquier manera me volveré a ir.

(Verónica Lozada, en Tráfico de Orquídeas)
Yo quiero destacar la belleza del texto y de la sensualidad que extrae de un momento, pues, aún siendo el trasfondo un horror, la escritora ha conseguido (lo que sólo los poetas consiguen) hallar lo sublime.

Moralmente cualquiera puede considerar lo descrito e incluso estas palabras mías como reprobables, pero en el actor que ejerce la violencia traslucida en estos versos es claro que la moral no tiene cabida, ni la inmoralidad. Se trata del retrato de un ejercicio de amoralidad total.

El arte, para cumplir cabalmente con su función social requiere ser amoral para, desde esa postura, sentar las bases donde se acomoden los valores de quienes, expectantes, atienden e interpretan su mensaje. No es un asunto de normalidad o anormalidad, porque si a esas vamos, lo más normal en el ser humano (aunque no nos guste reconocerlo) es justamente lo que más nos espanta de nosotros mismos, los monstruos que habitan en nosotros y que, con el estímulo más preciso, asoman. Quisiéramos no ser violentos y que la razón y la voluntad y la fe bastaran para erradicar la violencia de nuestra naturaleza, pero seamos realistas, a lo más que podemos aspirar es a controlar nuestros miedos y nuestras perversiones, a hacer conciencia de ellos y, en la medida de lo posible enfatizar lo positivo que nos define en tanto criaturas humanas.

Una revisada a Kant no viene mal. Jamás, en ninguna cultura, ninguna forma de arte cae en la categoría estética de sublime (lo máximo de la belleza, sin epítetos). A lo más que puede aspirar el arte es a extraer de la naturaleza los rasgos que de lo sublime se percibe en ella. No todo en la naturaleza es agradable a los sentidos; la muerte, la crueldad, el horror son parte de la naturaleza y de la vida y conllevan su carga de sublimidad.

La naturaleza, en este grado y nivel estéticos es intrínsecamente amoral, no puede serlo de otra forma. Es la razón pura, libre de imperativos categóricos, la que nos subyuga desde la realidad misma. Y es la razón práctica del juicio moral, la que acomoda y antepone los imperativos categóricos debidos a la cultura y la civilización y la experiencia personal que posibilitan el entendimiento y el discernimiento de lo malo y lo bueno. Tan ajustado a las normas de la naturaleza es cazar como lo es en tanto que es necesario para sobrevivir. Por eso es normal. Lo que sale de la norma es la perversión del acto, su depravación. Los animales se maltratan unos a otros sin misericordia, como parte de su naturaleza. Los seres humanos, más desarrollados, hemos creado las categorías del bien y el mal y cada cual acomoda sus valores según sus prioridades, lo mismo el asesino que el santo. Con todo esto no estoy, ni con mucho, planteando una apología de la violencia. Lejos estoy de semejante estupidez. Pero tampoco me voy al extremo contrario. Simplemente señalo y recuerdo que el horror, lo horroroso, la monstruosidad también son sujetos de una estética.

Comencé trayendo a colación a Kant, porque es el autor que mejor define y comprende el concepto estético de lo sublime. El texto elogiado aquí sublima (esto no significa que "haga bello", aunque la autora no lo haya pretendido), el horror y la repugnancia de la violencia y el maltrato. Si la violencia en sí misma, en tanto acto natural no implicara en sí misma la sublimación de lo que ocasiona a los sentidos, ni la autora ni nadie podría escribir algo como lo que ha compartido, independientemente de los motivos que la llevaron a plasmar lo expresado. Es precisamente porque rescata lo sublime del espanto y del asco que consigue un efecto en el lector. Y eso y no otra cosa es lo que me lleva a hacer el correspondiente elogio de la lectura, sin ánimo de entrar en polémica.

La autora, en los comentarios a su publicación, ha expuesto su desacuerdo con esta tesis, lo cual felicito en su derecho. Ahora bien, su desacuerdo en realidad, me da la impresión, no obedece a un análisis racional de lo dicho, sino más al desatino comprensible de la emoción de quien, habiendo experimentado el horror, si no en carne propia, al menos de manera muy cercana, termina enceguecido por la emoción, por la repugnancia del acto y su síntesis en la forma de sus efectos nocivos para la psique, tanto como para el cuerpo e incluso la sociedad. Quizá más de un lector verá, notará en estas líneas una espantosa frialdad analítica. Y la hay. El artista, para conseguir un efecto y transmitir un mensaje trabaja internamente en dos vías: experimentando la emoción, viviéndola; y expresándola despojada de toda pasión. En la obra conviven la acción del ejercicio de vivir y la pasión de contemplar los efectos de dicho ejercicio. En el camino y el trabajo de expresar el resultado de su síntesis perceptual, puede y de hecho lo hace inducir principios de índole axiológica, lo que de ninguna manera es reprochable, pues la metafísica de la expresión implica también el establecimiento y la definición de una postura, es decir de una actitud estética frente a las cosas y la existencia.

En tanto polos del intelecto, acción y pasión se oponen y complementan. Especulemos un poco y pongamos por caso la imagen y la escena que se adivina en el texto que vamos elogiando. Supongamos que soy el actor. He drogado, golpeado, vejado brutalmente a una mujer, tal vez mi pareja. Dejándola como Santo Cristo si no peor, tendida en una cama o el suelo yace desnuda y con todas las huellas del castigo evidentes. Sangre, moretones, llagas, vestiduras rasgadas, humores, ayes completan la escena. Esto no es lo que describe directamente el texto, sino lo que sigue: el momento pasional de la contemplación de la obra terminada por parte del autor.

Es decir, la suma de sensaciones, visiones, estímulos que me hacen, en tanto perpetrador, atender a lo hecho con fruición post facto casi equivalente a la del cocinero que, terminado su platillo, lo degusta para calar sus propiedades y justificar la calidad de su arte culinario. Aquí, yo me solazo con las señas de mi monstruosidad y del alcance de la misma para acomodar las cosas de mi interés a mi entero gusto. Si la mujer ya me gustaba virtuosa, ahora desvirtuada me excita, me fascina. Por supuesto, en tanto lector, alejado naturalmente del hecho originario de la obra, puedo reaccionar y lo haré identificándome con lo retratado. Esa identificación es indefectible, tanto que lo haga como victimario o cual la víctima. Me vuelvo por vía del arte de un poeta o un pintor o un cineasta testigo virtual de la podredumbre que acompaña y define mi humanidad, sea que ejerza dicha corrupción o no. Así, por virtud de una actitud estética, es decir sensible, o sea con los sentidos dispuestos y abiertos, alcanzo el éxtasis, sea en la forma de la execración moral ocasionada por el morbo de la perversión o de la epifanía mística resultante de la contemplación de lo sublime. 

¿Cuán superficialmente ha de leerse un texto como el compartido? Eso, amigo lector, sólo tú lo puedes determinar para ti mismo.

NOTA. Para abundar más alrededor del tema, recomiendo leer el siguiente ensayo de entre muchos que pueden conseguirse en librerías, bibliotecas y en internet: Estética del Horror, así como revisar la bibliografía sugerida en este programa académico :
http://www.udp.cl/minors/docs/filosofia/estetica_terror.pdf

miércoles, noviembre 23, 2011

Los Vazquez Sounds HD - Rolling in the Deep




Lindos ojos verdes, candor, frescura, autenticidad, calidad artística son algunos de los factores que han llevado a estos tres hermanos mexicanos a colocarse casi de la noche a la mañana entre los más gustados en YouTube con más de 3 millones de vistas mundialmente. Podría escribir un largo elogio, pero mejor dejo a tus sentidos juzgar. Disfrútalo.

miércoles, noviembre 09, 2011

GENERALIZACIONES ODIOSAS COMO BURDAS PRENDAS UNISEX

Cada vez es más común leer, escuchar, falacias en la forma de tautologías como "Todos los hombres (o mujeres) están cortados por la misma tijera".

Por andar con esas generalizaciones... luego no se quejen, mujeres/hombres de las que hacen sus contrapartes; afirmaciones con cualquiera de las cuales no estoy de acuerdo, si acaso en broma.

Ahora que, si de generalizar se trata, ¿qué, no somos todos seres humanos? Quien esté libre de frustraciones que arroje la primera gracia. Y ya que estamos cortados y cortadas por la misma tijera, mejor culpemos de nuestra mala hechura al sastre que pespunteó nuestra conciencia al permitirnos existir. Si no abrochamos bien, no es tanto por una mala elección nuestra; al fin, ustedes y nosotros, como prendas para el afecto, somos quienes terminamos colgados de los hombros o ceñidos a las caderas de otros. Si el saco no te queda, hazlo a un lado y prueba otro. Siempre habrá un roto para un descosido. Es cosa de saber buscar entre percheros, tumbaderos, ganchos, tianguis, boutiques, hasta entre los desperdicios reciclados; y, también, por qué no, aprender algo de costura inteligente para conformar la prenda que ajuste al temperamento. Pero sobre esto último, ¡cuidado!, porque también se puede errar en la elección de los materiales, patrones y medidas, tanto como en la confección.

La violencia entre géneros no comienza con el primer golpe o la primera diatriba, sino con el primer prejuicio hacia el otro.

domingo, octubre 23, 2011

Bob Dylan/Adele - make you feel my love - Erez Shaltiel - ארז שאלתיאל



EL TIMBRE de voces como las de este chico no son mucho de mi predilección, pero no me cierro nunca y reconozco el talento donde quiera que se encuentre. Este muchacho proyecta no sólo con la voz, sino con las manos. No es necesario verlo tocar el piano, para que las notas que arrancan sus dedos nos conmuevan. No es necesario que gesticule en exceso para que su mirada nos transmita el significado detrás de las palabras y de la melodía. No es necesario, como ocurre en muchas composiciones, grupos, cantantes de hoy, acentuar el ritmo para que la música nos ponga a vibrar. La dulzura, sin empalago, siempre llega al fondo del corazón. Por supuesto, en gustos se rompen géneros. ¿O tú qué opinas, amable lector?



jueves, octubre 20, 2011

Pablo Alboran - Solamente Tu

Pablo Alborán. Fotografía: Jorge Paris



Recientemente han caído en mis oídos las notas salidas de la inspiración y la voz de este joven cantautor. Hacía tiempo que no me cautivaba tanto un cantautor. Me atrevo a afirmar, toda proporción guardada, que estamos ante el "Alejandro Sanz" del mañana. Vocalmente, presencialmente, musicalmente tiene todo el duende malagueño suficiente para capturar al alma y al corazón. Proyecta con la mirada tanto como por la boca y los dedos rasgueando su guitarra.

Le auguro un futuro largo y promisorio y un rápido repunte en las ventas. Habrá que no perderle de vista. Estoy convencido.