En días pasados recibí las lecturas correspondientes a las entregas venideras: Presentimientos, novela por Clara Sánchez y cuyo blog recomiendo ampliamente; y Ante los ojos de Desirée, novela corta escrita por Federico Reyes Heroles. La primera, española. El segundo, mexicano. Como es de esperarse, de inmediato les hice sitio a la mesa del banquete mencionado líneas atrás y me dí a la tarea de comenzar su lectura.
Ahora bien, si he comenzado con una disculpa, es porque no tengo los seis sentidos puestos en la encomienda. Y así lo anoté en la primera de forros internos Ante los ojos de Desirée con un texto aplicable a ambas obras:6 de agosto de 2008. Aun antes de leer este libro adivino en su trama una gran similitud con mis sueños, con mi vida misma. Ya veré cuan cierta es mi sospecha. Por lo pronto lo recibo cargado de tristeza, pesadumbre y angustia, pues en días recientes y hoy se ha confirmado, la noticia acerca del estado de salud de mi madre, de mi gran adoración, me enfrenta con la proximidad de lo inevitable.
Es verdad que aún no hay una sentencia dada, que no hay una fecha definitiva. Nadie muere en la víspera y, mientras hay vida, hay esperanza. La ciencia ha avanzado horrores, pero no hay garantía cuando el diagnóstico señala la inminencia, el peligro constante del rompimiento del aneurisma que queja toda la aorta de mi cómplice, amiga, confidente. No me hago a la idea de vivir alejado de ella, sin ella. No es miedo a la soledad, siempre he sido solo, solitario, soltero. Es miedo en todo caso a su ausencia.
Hace dos años perdí a mi compañera, mi perrita Milka. Nunca experimenté una simbiosis semejante con una mascota. N la he llorado. A la semana siguiente murió la hermana de mi madre, muy querida. No la he llorado. Ahora se me quiere arrancar lo que me queda. No puedo, no debo llorar. La fortaleza es necesaria para sobrellevar el trance, para servir de soporte.
Perdón. A veces flaqueo.
Ahora, sólo espero poder cumplir su íntimo deseo final: ver a sus nietos, aquellos de los que no sabemos nada desde hace 20 años, antes de partir.
Ojalá este llamado llegue a sus corazones.
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