De vuelta al tema sobre las razones (que tengo) para definirme como escritor por sobre todo, pese a lo que pese, en la siguiente entrevista el escritor argentino Guido Segal, guionista, cineasta, ofrece con mucha claridad explicaciones que comparto al ciento por ciento. En el minuto seis dice algo que bien puede describirme en parte, parafraseo: escribo, porque escribir para mí es un reto fascinante, el reto de hacer siempre algo nuevo y no, como en otras ocupaciones o profesiones, tareas similares y rutinarias una y otra vez.
Sí, es cierto que la tarea básica de juntar palabras es rutinaria y más cuando se lo hace varias veces al día, tanto como el conducir un taxi o administrar una oficina. Pero, si hay algo que distingue a la vida del artista del resto de los mortales es que en cada acto y obra no solo sucede algo nuevo sino que consigue percibirlo como tal y transformarlo o valorarlo como la novedad que implica.
Me explico mejor. Un cirujano mete cuchillo en un pecho para trasplantar un corazón. Es una tarea más o menos de rutina en su quehacer, aun cuando no ocurra todos los días. Su entrenamiento lo prepara para actuar en consecuencia cada vez que es necesario. Al final es una cirugía, los mismos instrumentos, un corazón, un pecho que abrir y cerrar, un paciente, un hospital, unas argumentaciones para explicar el caso en el expediente y otras más simples para confortar a los familiares y otras más para refocilarse con los colegas en el convivio. Pero, cuando ese mismo médico, como el artista o el pintor se detiene en los detalles de cada elemento, la sintomatología, la historia detrás del paciente como persona, la luz del día a la hora de la intervención, antes y después, las inquietudes de los colegas que le asisten en el momento, entonces la cirugía se vuelve única, especial, distinta de cualquiera otra en el pasado o el porvenir.
Así, el trabajo de uno como escritor es en ese sentido un reto fascinante que consiste en dirimir con lo novedoso. Porque la descripción de ahora, aun habiendo abordado el mismo tema antes, lo presenta desde otra óptica, considerando particularidades que lo hacen complejo, pletórico de aristas desde las que se puede asir de mil maneras, para bien o mal. Cada idea armada en un párrafo o sugerida entre líneas permite hacer una lectura variada del mismo árbol en el parque, de la misma historia sobre un amor bien o mal avenido, una aventura inquietante, épica, o un carácter patético.
No hay nada nuevo bajo el sol, reza el dicho. Y es cierto, solo bajo cierta circunstancia, cuando quien quiere tapar el sol con un dedo pretende que todo lo demás puede ser cubierto o descubierto de la misma manera. Sin embargo, tal certitud de falta de novedad evidente pasa por alto el examen analítico de lo que se muestra a los sentidos. Si bien el sol sale para todos, no lo hace siempre por el mismo punto, aun cuando haya un cartabón de reglas y leyes naturales que expliquen que incluso esas variantes son parte de eso mismo. La sombra proyectada desde el este a una hora es diferente a otra y en otro día y según el clima y según las condiciones del entorno, no es lo mismo un árbol en medio del bosque que ese mismo árbol, en su lugar de siempre, como sobreviviente de una tala, entonces la cosa cambia. Y de ahí que es importante la actitud estética como factor de sensibilidad para, como hace el tejedor, tramar las combinaciones que hagan de la fija urdimbre un tapiz de maravillas.
Escribir es tejer; y viceversa. Y el tejido encierra una forma de ser como explico yo, también en el segundo video.
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