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domingo, septiembre 12, 2021

IDEAS HUÉRFANAS


ESTA TARDE, aunque el comienzo de este ensayo conduzca de modo mental a la idea detrás del bolero del extinto y añorado Armando Manzanero, nada tiene que ver fuera de la efímera descripción nostálgica de lo que sucedió y pudo ser o resultó de una forma distinta por causa de la lluvia. Así que no, esta tarde no vi llover ni vi gente correr y en cambio sí estabas tú, ese otro yo que soy en tanto escritor. Y es a ti a quien dirigiré estas líneas, porque sé que en calidad de lector habrás de empatarte con aquellos más que pudieren darte vida mediante sus propios ojos.

Esta tarde, pues, vi que un ave enamorada, vestida de idea peregrina voló frente a mí, elevándose hacia la inconsciencia cuando de pronto me miró desde lo alto y optó por clavarse hacia mí en picada, del modo que lo hace la pluma cuando avizora el espacio en blanco de la hoja de papel donde irremisiblemente habrá de estrellarse una y otra vez, manchando con su sangre las líneas que hacen huella de su audacia. ¿Irremisiblemente? No, siempre cabe lugar para el arrepentimiento, para el cambio de curso cuando de tramar una idea se trata. Pero, una idea es una idea y mientras no se plasme de algún modo evidente, palpable, incuestionable para los sentidos humanos, solo es eso, una idea y ni las leyes pueden protegerla mientras no tenga carácter de obra, así sea incipiente o acababa.

Mas, aun de tal manera, siempre deja un hueco por donde las ansias depredadoras, las mezquinas rémoras de la oportunidad consiguen asomarse, colarse, para dar un mordisco a la idea, sin herirla, y, como virus, preñarla con la propia carga de herencia ajena. Si uno no tiene cuidado, o a pesar de los cuidados, tarde o temprano ese bocado acaba extraído, mutado y dando pie a una cepa distinta y sin embargo parecida al origen que la hizo posible.

Esta tarde, decía, eso fue lo que vi. Caí en cuenta, una vez más, que las ideas no le pertenecen a nadie, que están ahí, flotando en el éter como decía Platón, esperando que llegue el hombre ansioso de trozo para, desde ahí, germinar una obra o mil o tantas como hambrientos creadores se prendan de su membrana nutritiva.

Esta tarde vi, disfruté sorprendido, la realización de un relato del escritor argentino Rodolfo Walsh como parte de una serie intitulada Variaciones Walsh; fue concretamente el episodio nueve "Nota al pie". La serie de corte policiaco fue producida para la televisión pública argentina en 2015. Apenas vi el episodio no pude sino pensar mal, sentirme plagiado pues el relato parecía basarse cerca del ciento por ciento en la trama central de mi saga aun inconclusa Laberinto Bestial y cuyo primer volumen, "Semillero de Indicios", escribiera y autopublicara en 2011 estructurado a manera de un compendio de relatos aparentemente inconexos justo incluye fragmentos que se relacionan con el contenido del episodio en cuestión: un escritor ha desaparecido y en cambio a las manos del editor han llegado una serie de papeles sin sentido, que más semejan un diario íntimo que la obra planeada para publicar próximamente. Por supuesto, hay variantes en las edades de los personajes, en la época, en las interrelaciones y no se diga en el motivo del protagonista y el desenlace del mismo, además de otros detalles.

Antes de lanzarme a alegar a nadie en defensa de mi derecho de autor, me puse a investigar y para mi azoro corroboré que los relatos que conforman la serie los habría escrito muchos años antes Rodolfo Walsh. Entonces yo me sentí el plagiario; pero, también recordé que las ideas, en tanto ideas, no tienen dueño y que muchas veces basta un cambio mínimo en una obra para que sea algo distinto, particular, ajeno a lo que uno pudo haber pensado sobre la base de una misma idea.

Las ideas son solo indicios, iluminaciones con capacidad de hacernos ver las cosas de una manera digamos general a partir de las cuales cada uno de nosotros podemos elaborar, construir lo que, en nuestra interpretación, tiene para darnos y conducirnos esa idea. De ahí que lo que las leyes protegen sean las obras terminadas y hasta cierto punto y medida.

Una simple búsqueda con las tecnologías modernas o hasta en una biblioteca, a la vieja usanza amanuense, puede darnos una lista de obras escritas bajo un mismo título, pero cuyo contenido implica puntos de vista diferentes, temáticas distintas, géneros variopintos, y pueden estar dirigidas naturalmente a públicos propios y separados. Cada obra, pues, es independiente del autor fuera de algunos rasgos menores, por ejemplo estilísticos, que permiten identificar la autoría, si bien es cierto también que, como ocurre con obras pictóricas, dichos rasgos pueden ser falsificables en la tarea de crear réplicas casi exactas, clisés, reproducciones.

Escribo estas líneas en medio de una de las pandemias más serias que ha vivido la humanidad en los recientes dos siglos XX y XXI y hoy comprendo que las ideas son como esos virus que no sabemos de donde provienen, cómo surgieron, pero que cada vez que nos infectan adquieren la potencia para replicarse y transformarse en variantes más contagiosas, mortales, determinantes de la vida y duración de una obra específica.

Estas Variaciones Walsh me llevaron, sin que yo pudiera sospechar, al hallazgo de mi personal soberbia compartida con muchos otros autores que, engreídos de la propia capacidad creadora olvidamos que no somos los engendradores de ideas, sino que solo abrevamos del universo y, si tenemos suerte, alguna se enquista en nuestro afán para habitarnos y dictarnos las reglas con que espera que la difundamos. Cada obra hecha, entonces, es un vector de dispersión de ideas y cada que nos acercamos a las obras humanas corremos el bendito riesgo de quedar en riesgo de volvernos huéspedes de esas ideas huérfanas en busca de un hogar donde engendrarse para ser, así sea como copias.

sábado, julio 03, 2021

Me descosí

 


ATENDÍ este video del periodista Guillermo Ochoa y me descosí con el siguiente apunte.

Hacia el minuto siete, segundos menos, narra que no había leído Cien años de soledad y califica sus motivos y reacción como «estupideces de juventud». Me permito contradecirlo.


Como muchos, yo no leí esa novela sino tardíamente, hasta pasados los cuarenta años. Como tampoco he leído El Quijote de la Mancha aun ahora, a mis cincuenta y ocho y en cambio he entrado a lecturas que otros considerarían aun más abstrusas y complejas.

Sí, confieso que alguna vez llegué a sentir vergüenza de mi "indolencia", sobre todo cuando en alguna tertulia alguien sacaba los libros a relucir, ya para desmenuzarlos o tenerlos como referencias. Pero, un día allá por mis treintas me dije en respuesta al cuestionamiento reflexivo sobre el hecho que, tal como indica "El Eclesiastés", hay un tiempo y un lugar para cada cosa y cada cosa está en su tiempo y su lugar.

Así, leí buena parte del resto de la obra de Gabo mucho antes, la bebí y cuando en el estante ya solo quedaba la novela "central", la tomé y la leí con fruición y gran lentitud, tardando un año en acabarla porque descubrí que esa había sido una de mis mejores decisiones en cuanto a literatura se refiere como lector.

Pude ver con entera claridad no el mundo mágico solamente, ese "realismo mágico" en que fue encasillado como obra el libro y luego el autor, sino pude constatar que estaba ante mis ojos un sesudo y fríamente calculado plan de obra para el resto de la vida. En cada pasaje, en cada capítulo, los libros y cuentos antes leídos encontraban sus pistas y antecedentes, barruntos que luego habrían cobrado plena forma en los libros posteriores. Así, leer la novela antes que nada la convierte en un libro de "iniciados" imbéciles que acaban por creer en la mitología creada por los editores y críticos desde un comienzo, desvirtuándola como una "metáfora maestra".

Sí, es una obra maestra, pero no tanto por la literatura o la técnica, como por la previsión planificadora que subyace en sus líneas y capítulos. Eso no puede verse si no se lee al final, luego de pasar por los otros libros y ello ocasiona que esos mismos se gocen aún más y la realidad del "realismo mágico" entonces cae por su propio peso, como velo puesto sobre un busto por una viuda distraída. La biografía de una familia queda al descubierto y los admirables afeites metafóricos quedan en eso y nada más y nada menos.

Sé que muchos dirán que se descubre casi lo mismo si se leen "en orden" las producciones literarias de Gabo. Discrepo. Sí, puede que se consiga una identificación de motivos, temas, personajes; pero, no caen con peso abrumador en cada sitio correspondiente en el plan general que es Cien años de soledad. Por eso ahora, cuando alguien me pregunta sobre la conveniencia de entrarle al libro sugiero tajante que no, no si es el primer acercamiento a Gabo y su obra, que se deja al final o al menos luego de  pasar por un tercio de su obra o más.

Cuando cerré el libro lo dejé lleno de apuntes y referencias más o menos precisas que de otro modo no habría podido hacer a menos que fuera desde una segunda lectura. No me perdí en el marasmo de relaciones genealógicas como pasa a la mayoría de los lectores, sobre todo si son adolescentes. Vi todo con prístina sensatez, sin dudas o sorpresas fuera de las propias de los giros literarios.

Al cerrar el libro concluí que ese había sido su tiempo, mi tiempo, nuestro tiempo de complicidad. Y ahora miro "El Quijote", me guiña, y todavía no me atrevo a entrar en sus líneas y recovecos, a abundar y aventurarme más allá de las referencias y variantes y extractos. Como escritor la humildad me gana ante su estatura y poderío, no porque pretenda estar a la altura de un Cervantes, sino que me parece que todavía me queda mucho por aprender y que deglutir sus píldoras de sabiduría podría implicarme efectos secundarios nocivos, por estar tan imbuido de los lugares comunes y sus perspicaces aforismos.

Aunque, creo que el día está próximo. Creo que con una y otra, igual que me pasó con Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo que no leí sino hasta mis treintas, como preparando el terreno para el peculiar surrealismo de García Márquez; creo, decía, solo hube de esperar la madurez emocional, intelectual o qué se yo para conectar y valorar mucho más que al libro solo. Definitivamente creo que la literatura considerada para una determinada edad se aprecia mejor en edades distintas.

Cuando cerré el libro tomé la decisión de sacar del cajón mi primer libro de cuentos escrito veinte años atrás intitulado ahora Laberinto Bestial 1. Semillero de Indicios (arranque de una saga que se encuentra junto con mi primer poemario Por Causa de un Amar Tal en Amazon y Lulu, perdón por el comercial, jaja), y replantearlo como lo que ahora es, un poco emulando a Gabo o a Cortázar, y autopublicarlo. Si en su tiempo no fue del interés de los editores el planteamiento de un libro (el mío) que pretendía la hipertextualidad cuando no existía como ahora la conocemos, hoy que ya es una realidad, pues me atreví a romper el esquema. No sé si con fortuna o infortunio. Solo sé que las secuelas y derivaciones están haciendo fila para ver también la luz. Quizás deba sacar adelante esas, para que mi "Laberinto" y sus brotes, como Cien años de soledad y sus hijuelos, encuentre su lector maduro y dispuesto a encajar en su debido tiempo y sitio las piezas del rompecabezas.

P.D.: Este ejercicio memorístico me ha traído también el recuerdo de cuando mi padre, quien fuera amigo de Álvaro Mutis, gran amigo de Gabriel García Márquez, se encontrara con este fortuitamente en la librería Gandhi de Coyoacán, hoy cerrada para pena de muchos, y le expusiera su gran admiración. Hay tantas cosas en la vida que trazan líneas que se entrelazan hasta lo que soy, amo o he querido ser y abrazar...

viernes, junio 11, 2021

Palabras llenas de silencios vacíos


Leo el ensayo "El desamueblamiento" de Cristina Rivera Garza publicado en la revista Nexos y me ha agradado mucho. Aunque, por otro lado, me ha incomodado.

Me gusta la forma como Cristina Rivera Garza​ entreteje sus descripciones, deslizando el sentir y el pensar con la misma fluidez que lo hace el aire en los espacios vacíos, con una extraña libertad que, sin embargo, parece queja de encierro.

Me incomoda la visión distorsionada de la austeridad artificial y artificiosa. Leo cada línea y me distraigo volteando a ver en derredor mío. Mi casa no está desamueblada, al contrario, incluso tengo la presencia de muebles ajenos pues la necesidad me ha llevado a alquilar algún rincón a cierto vecino para que guarde ahí su mobiliario de oficina. Gracias a eso a veces mis gatos y yo comemos. Pero, esta pandemia y esta recesión tienen atorados en cadena los pagos tanto de mi inquilino a quien le alquilo un cuarto y en una parte de la sala tiene también arrumbadas cajas con trebejos y algún mueble que duerme el sueño de los justos. Y este vecino también se ha visto en la necesidad de aplazar sus abonos, por lo que la sombra del hambre, ya no de la austeridad, ha asomado su rostro y entra transportada a horcajadas de las cucarachas que vienen de la calle. Y se funde con las sombras del polvo acumulado y pretende dar carácter a los muebles viejos que hacen de mi casa mi guarida.

Si hoy yo viviera así, en una casa vacía, me sentiría quizás menos deprimido, menos ahogado. La precariedad sería la nada diaria. Pero, en medio de mis libros y muebles de hoy, la precariedad se alía con los peces plateados y se divierte entre los resquicios recordándome que se puede vivir jodido y aun así contento.

Si hoy viviera así, en una casa vacía, tal vez estaría estresado a cada momento, angustiado por la falta de ingresos y alimentos, y el eco sordo de mis pasos o de los ruidos callejeros entrando por las ventanas como intrusos invasores me estarían recordando la nausea de existir.

Miro de nuevo alrededor. Mi casa no está vacía. Sí, hay cosas. Muchas. Muchas ya no tan útiles. La mayoría de lo que queda todavía guarda la finalidad que la define. La mayoría está impregnada de recuerdos aún más que de pátina o polvo o pelusa de gatos que halla en las superficies un sitio donde trenzarse en caprichosas volutas. Y aun así, el silencio me revela que la casa está vacía, a pesar de mi presencia; a pesar del inquilino; a pesar de las travesuras de mis mininos. Por que no está ella, la que llenaba toda mi vida. La que era mi razón de existir. Por que no ha llegado ella, la otra, la que podría hacer el complemento y la complicidad de mis días.

Si bien Rivera halla en el vacío la calma, una casa vacía es también la seña inequívoca de nuestra vulnerabilidad existencial. Nuestro corazón, nuestra mente son los albergues de lo bueno y lo malo, de lo triste y lo alegre. Y a veces pueden ser como esa casa vacía donde el eremita medita su relación con lo divino; donde los espíritus inmundos buscan refugio y hogar.

Como escritores, Rivera y yo entendemos de exorcismos. Cada línea que escribimos supone la expulsión parcial o total de algún demonio; pero, también, puede ser la invitación a uno o más de ellos para habitar el vacío de nuestra alma en un afán por confortarnos de las iniquidades a que la soledad impuesta por la circunstancia nos puede llevar en ocasiones.

Virginia Wolf, sin ser la primera en hacerlo, destacó la importancia de la habitación propia para el escritor. No es lo mismo una habitación que una casa entera donde cada cuarto encierra un sonido, olores distintos, luces y sombras diferentes, y no se diga si la casa es nueva o vieja, las vibraciones normales y paranormales también son variadas.

En mi casa hay un portal al otro mundo. De eso escribiré en otro momento. Por lo pronto concluyo que la experiencia de la casa vacía puede concebirse de manera racional, examinarse como un fenómeno con incidencia en el comportamiento y más allá de la evidencia arquitectónica o decorativa. O puede mirarse desde la perspectiva poética y desatar la metáfora de lo que habita en el fondo de cada cual, de lo que repta por la piel de nuestro cuerpo, este peculiar domicilio de lo que somos entre la realidad y el sueño.

Dicho todo lo anterior, con este texto abro la puerta de esta casa y mi templo de la mirada verde en franca calidad de blog donde recopilar lo que me es propio como escritor. Lo que no cabe en mis Indicios Metropolitanos. Ni en mi blog de poesía ni en el dedicado a mi familia.

Hoy decido desamueblar mis blogs en tanto casas, para achicar la carga; pero, también para agrandar el espacio. Así desde hoy este blog originalmente pensado como mi casa, marquesina y aparador desde donde mostrarme como el escritor que me considero, como me defino y entiendo, mera página web fría, de perfil vacuo, de "imagen corporativa e institucional", la vuelvo la bodega de mis peregrinas ideas literarias y dejo para espacios muy puntuales lo que ya pertenece a un orden concreto. Mi casa tiene seis habitaciones y esta desde ahora es el recibidor. ¡Bienvenido a mi casa con todas su nostalgia y con toda su dicha! Que la calma no te agobie ni el aparente desorden.



Mmm
One less bell to answer
One less egg to fry
One less man to pick up after
I should be happy
But all I do is cry, cry
No more laughter
Oh I should be happy (Oh why did he go)
I only know that since he left
My life's so empty
Though I try to forget
It just can't be done
Each time the doorbell rings
I still run
I don't know how in the world
To stop thinking of him (I should be happy)
'Cause I still love him so
I end each day the way I started (Start and end each day crying)
Crying my heart out
One less bell to answer
One less egg to fry
One less man (One less man)
To pick up after
No more laughter, no more laught-
Since he went away (Since he went away)
Since he went away
Mmm
A chair is still a chair
Even when there's no one sitting there
But a chair is not a house
And a house is not a home
When there's no one there
To hold you tight and no one there
You can kiss goodnight
A room is still a room
Even when there's nothing there but gloom
But a room is not a house
And a house is not a home
When the two of us are far apart
And one of us has a broken heart
Now and then I call your name
And suddenly your face appears
But it's just a crazy game
And when it ends, it ends in tears
So darling, have a heart
Don't let one mistake keep us apart
Oh, I'm not meant to live alone
Turn this house into a home
When I climb the stairs and turn the key
Oh please, be there still in love with me
One less bell to answer
Each time the doorbell rings I still run (One less egg to fry)
I'm lucky I got one less man (One less man)
To pick up after
No more laughter (No more laughter)
No more laugh-
Since he went away (Since he went away)
Since he went away
All I do is cry

miércoles, marzo 01, 2017

La la Land y... ¿qué más?


HOY VI, a toro pasado, la cinta "consagrada" en los Globos de Oro de este 2017 y multinominada y polémica (por el incidente al final de los óscares, que no "oscars" como insistieron en decir los grises conductores de TVAzteca, respetando la pronunciación en inglés) La La Land.

Me ha parecido que es un filme sobrevaluado, aun notando a todas luces el evidente e intencional afán por hacer del filme un homenaje chabacano al cine musical hollywoodense (del cual me declaro fanático desde siempre) y como bien declaró el equipo de filmación, comenzando por el director Damian Chazelle, quien se excedió de amable al comparar a los protagonistas, Emma Stone y Ryan Gosling ni más ni menos que con Fred Astair y Ginger Rogers. Sí, su trabajo es encomiable por el esfuerzo puesto en la construcción de sus personajes, pero ni si quiera son comparables. Sus bailes son guangos y deslucidos como sus actuaciones y el conjunto de las coreografías; pero, seguro más de uno perdonará esta ligereza de exigencia poco frecuente en el cine de EE.UU. Y el guión... De no ser por los números musicales, sencillamente brillaría por su ausencia.

Quizá las nuevas generaciones se conformen, ya que no tienen mucho punto de comparación y referencia, a menos que revisen y disfruten los filmes musicales previos, como tuvo cuidado de hacer la editora y guionista (por mí desconocida) Sara Preciado, quien tuvo a bien publicar el video que acompaña estos apuntes. Y tal vez eso mismo explique el éxito en taquilla, lo que no es despreciable, sino todo lo contrario.

Por supuesto que comprendo que cada época tiene sus gustos y expectativas, y que cada creador tiene derecho a incluir en su obra sus influencias, filias y fobias, y en esto se rompen géneros. No esperaba ni espero que el cine musical nuevo, de retomarse, siga la escuela de los cuarentas y cincuentas, o la de los setentas y ochentas. Pero dudo que La La Land, musical, actoral y cinematográficamente consiga hacer escuela como aquellas. Tampoco puedo aseverar que sea su intención, como tal vez solo se trate de un honesto, respetable y personal regodeo del director en sus predilecciones Sí, será muy mentada y ya quedó inscrita en los anales de la cinematografía mundial, pero también están en esa historia auténticos bodrios memorables precisamente por serlo.

En mi labor de ser lo más objetivo posible, por supuesto que me alegra que una obra consiga el triunfo, independientemente de su factura; pero, ello no obsta para que conste que, al menos en mi apreciación, exponga lo que resulta tanto poco atractivo como lo que es un acierto.

Dado el tema: una actriz que se enamora de un músico, ambos en el camino de realizar sus sueños artísticos y existenciales, no puede esperarse que aporte mucho más que, por ejemplo, Están tocando nuestra canción u otras obras de Broadway o eruopeas llevadas a la pantalla grande, salvo que, en esta propuesta, la víctima del sacrificio para realizar los sueños de desarrollo es el mismo amor.

Concedo que tiene momentos brillantes, sobre todo algunos extractos fotográficos, por la calidad con que consigue la remembranza de obras previas, no todas musicales, como las que bien ennumeraron el Huffington Post y otros medios, pero quizá ese marcado interés en rememorar tantos filmes haciendo de la película una especie de documental sin serlo, un collage honorífico, una colección de recortes de bailables o escenas dialogadas (como esa en que la pareja discute luego que el músico consigue un trabajo estable, y que recuerda , es lo que la debilita en tanto producto fílmico. O quizás, haciendo oído a sus admiradores, sea lo que la justifique como documento al estilo de apostilla a aquel entrañable Érase una vez en Hollywood en sus dos partes de 1974 y 1976.

En tanto filme, si hago caso omiso a las referencias a obras previas, desde las primeras escenas arranca floja, dibujando una trama sosa que difícilmente consigue sostenerse a lo largo de toda la obra. Y, confieso tristemente, poco después de la mitad, a pesar de mi interés, afán y ejercicio profesional y de cinéfilo por mantenerme alerta y seguir cada cuadro, escena y secuencia, no obstante su ritmo adecuado, la película me perdió como espectador y ¡hasta me quedé dormido!,sin que pudiera achacarlo a cansancio o desvelo.

A pocas horas de ver la película, cuando escribo estas líneas, escarbo en mi memoria y no hallo ni rastro de las melodías, ni siquiera del tema principal; aunque, sí recuerdo que se repitió con insistencia. Las piezas de jazz, brillantes, sí rebasaron y dieron vida al filme, lo salvaron, como algunos de los decorados (dos o tres memorables) y la fotografía.

Empero lo dicho, quienes quedaron fascinados por la cinta me dirán que su valor no radica en su propuesta musical o incluso en su fotografía, sino justo en la rememoración y la paráfrasis de algunas obras maestras del pasado, algunas mencionadas en el argumento o recreadas como Casablanca, Los paraguas de Cherburgo, Rebelde sin causa, Cantando bajo la lluvia, Un americano en París, Mi bella dama, Funny face, y un largo etcétera, y ¡esa discrepancia sí la compro! Comulgo con quienes piensan que detrás del fulgor y el colorido de La La Land se esconde cínicamente la visión reflexiva y crítica de que ni sueños ni relaciones interpersonales tienen valor en sí como en cambio lo tienen la perseverancia y la fe en lo que uno es capaz, algo fácil de decir pero que, en la cruda realidad, no siempre podemos llevarlo a efecto por distintas causas. Entonces, el filme, disfraza una verdad amarga con el oropel de lo naif de antaño, ¿para hacer más digerible el reto de vivir y ser?

La clave para comprender el verdadero peso específico de La La Land descansa en el diálogo del personaje del guitarrista Keith, intepretado por el actor y pianista John Legend:
Lo sé. Es diferente. Pero, dices que quieres salvar al Jazz. ¿Cómo vas a salvarlo si nadie lo escucha? El Jazz está muriendo por gente como tú. Tú tocas para personas de 90 años en "The Lighthouse Cafe". ¿Dónde están los chicos? ¿Los jóvenes? Sigues obsesionado con Kenny Clarke y Thelonious Monk. Fueron revolucionarios. ¿Cómo vas a ser revolucionario si eres tan tradicionalista? Te aferras al pasado, pero el jazz es cosa del futuro.
El mismo Legend abunda en el significado de esta explicación:
Estoy de acuerdo con el discurso de Keith en el sentido de que todos los "grandes" de la música o cualquier forma de arte han hecho algo para innovar en la forma de arte, en lugar de replicar lo que ya sucedió antes. Tanto como usted puede ser influenciado por el pasado o tener héroes del pasado, es importante llevar eso adelante y crear algo nuevo. Cualquier artista que ha tenido éxito, no importa cuánto haya sido influenciado por otros artistas, hace algo innovador.
La La Land no pretende ser innovadora, pero tampoco, y esto es lo importante, se dedica a replicar por mero solaz memorables momentos y extractos de escenas de filmes del pasado. En esto se asemeja a La rosa púrpura del Cairo, Días de radio o Todos dicen que te amo de Woody Allen, o Ginger y Fred de Federico Fellini y otras motivadas por la misma nostalgia.

En resumen, a diferencia de los musicales fílmicos anteriores, este no dejó huella en mi alma en tanto tal. No me movió los pies de forma involuntaria. No me provocó sonreír con la posibilidad de que la vida es un sueño en plena realización. No me transporto siquiera, a pesar de proponerlo con sus referencias, a experimentar nostalgia por un cine que ya no volverá a menos que se reinvente de manera radical. Pero sí me introdujo en una visión crítica del optimismo chauvinista como el que justo ahora experimentan los estadounidenses en su presidente o nosotros los mexicanos en las reacciones a las ocurrencias de Donald Trump.


La La Land - Movie References from Sara Preciado on Vimeo.

domingo, febrero 28, 2016

Puta locura, puta decadencia

UNA DE MIS MUSAS, Verónica Meléndez Coronado, mejor conocida como "Mujer Luna Bella" (su nombre de batalla, "artístico", como bailarina teibolera y éscort), de quien ya he escrito en mi blog Indicios Metropolitanos aparte de mi blog Forja Poética donde compendio mi poesía, y por quien tengo clara admiración y estima, publicó ya su primer videoclip musical intitulado "Sí, soy una puta", en el que declama, a ritmo de no sé qué, fragmentos del monólogo "Yes, I'm a slut" escrito por Clementine Morrigan (2011) (video).

Así como me he prodigado alrededor de su sensualidad en loas con mis versos, debo ser objetivo sin que por ello haga desdoro de su persona.

Me atrevo a afirmar que encierra su video todo el kitsch, el colmo del mal gusto, de la decadencia hasta de lo posmoderno a que ha llevado la moda de sustituir a los músicos por DJs y permitir a cualquiera repetir letras sin la menor gracia, para empezar.

Conste que no soy crítico musical, pero sí melómano y, de plano, prefiero a mi musa en la cama o con otras expresiones, incluso encuerándose en el metro de Monterrey (así salto a la fama) o en sus "decorosas" y estimulantes incursiones en la pornografía. Podrá encantarle el reventón, pero que no se preste a estos esperpentos.

Considero que ella tiene, fuera de ser una fantástica amante, otras facultades mejores aunque por pulir y las cuales podría canalizar de manera más destacada, si dejara de estar picando aquí y allá, sin ton ni son, en la búsqueda de una definición de sí misma. Aunque, no la critico por esto, al fin todos vivimos en una eterna búsqueda de quiénes somos.

Verónica Luna (como quisiera llamarse), la ninfómana, se asume como puta y le agrada ser puta; y ha construido un personaje chabacano alrededor de esta imagen, de esta profesión suya. ¿En demérito de su propia dignidad? A ojos de algunos tal vez. El tiempo lo dirá. No menciono nombres, pero ya va cometiendo el error de otras tan putas como ella (de que las hay, ahí están; algunas incluso así han encontrado sus reventados millonarios con los cuales formar un hogar) que, andando su existencia de antro en antro y de pene en pene, y de vicio en vicio, cierto día decidieron también hacerse DJs, como un side line para cuando ya han dejado de cotizarse, lo que ocurre a partir de los 35 años ¡y ella apenas tiene 24, está en la flor de la edad!, y vaya que es deseable, como puta y mujer.

Tiene especial gusto por la poesía y la literatura en general. Pasó de rapidito, sin mucha convicción, por la carrera de Ciencias de la Comunicación. Hace sus ejercicios de redacción creativa, desarrollando ficciones y barruntos de poemas y sueña con convertirse en escritora. Tiene madera, un poco tosca, dura como el ébano, pero estoy seguro que con la guía adecuada (yo se la he ofrecido sin considerarme el non plus ultra) sabrá explotar esa veta expresiva. Ya se vé que entre las más lindas piezas de talla están las hechas en ébano.

Tolero y hasta comparto el cinismo de mi musa tan puta como se asume, pero me duele que raye en una imagen que contrasta totalmente con lo que ese cinismo señala. Por supuesto que en su descargo pueden alegarse su frescura, su desfachatez, su indecencia, su ternura (que me consta), su inmadurez. Quizá el temor a ser censurada o la impericia de quien le ofreció la producción del video...

En vez de un video "contestatario", como plantea el texto del monólogo medio declamado que contrasta con la muy superior y bella comedia teatral del Monólogo de la puta en el manicomnio escrito por Franca Rame y Darío Fo; o uno con la fuerza para reivindicar a las putas (prostitutas o no), resulta poco menos que uno más entre el conjunto de bazofia que circula por ahí literalmente nomás pa'mover el culo.

Sí, ya sé que muchos chavos me tildarán de ruco ridículo, pero procuro estar al día también en notas musicales y esto no más no entra en otra categoría que la de "si lo ví, ni me acuerdo". Teniendo una oportunidad para mostrar al personaje más consolidado, para generar un producto poco más que solo comercial, más comprometido, simplemente nos presenta esto:


sábado, febrero 20, 2016

Cuando el Eco se hizo Silencio (Prefacio)

SEGURAMENTE MÁS DE UNO, especialmente colegas o exdiscípulos, estará extrañado de que no haya publicado nada en relación al fallecimiento reciente, el 16 de febrero, de una de mis más grandes influencias profesionales y literarias: Umberto Eco. Es que no acabo de asimilar su ausencia, su estructura hoy más que solo ausente, entre romperme la cabeza tratando de resolver la cotidianidad, de hallarle significado a cada acto o silencio, palabra o pasión del momento, esta ausencia tan llena de signos me abruma como profesional de la comunicación, como escritor.

Hay mucho que puedo o quizá debo escribir al respecto. Repaso, acaricio los libros de Eco en mi biblioteca y cada roce es en sí mismo un Eco renovado del pensamiento, una razón de la sinrazón humana, un conjunto de interpretaciones para caminar la interpretación. Una puya en mi anhelo por volver a la academia, una apostilla en el cuerpo de ideas que no he podido acabar de ordenar, de publicar y compartir en la forma de la teoría personal sobre la semiótica de lo humano.

En cada página abierta de esas obras suyas jamás cerradas, hallo el nombre de la rosa y la rosa a su vez me nombra. Me entiendo siendo yo y otro y tantos entre líneas y por las reacciones de los otros, apocalíptico; y sin embargo y a despecho de los recalcitrantes descontentos de siempre, me comprendo integrado en lo esencial.

Si me apuran a mencionar las más importantes y definitivas influencias en mi vida como comunicólogo, o más, en el desarrollo del mundo contemporáneo, sin discusión tendría que anotar: Marshall McLuhan, Umberto Eco, Abraham Moles, JOseph Campbell, Gillo Dorfles, Mircea Eliade, Octavio Paz, José Ortega y Gasset... apenas unos pocos apelativos para anudar la memoria.

Sirva pues, entonces, este apunte como un prefacio de lo que puedo ya estar elaborando para compartir, algún día, tan pronto como lejano. No para hacer un obituario, reseña o revisión teórica como mejor un elogio, en mi estilo, de la lectura.