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miércoles, abril 03, 2013

Hacedora de ensueños

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Debo a mi buena amiga cibernética (ojalá algún día podamos estrechar manos, cruzar bocas y miradas y entregarnos al tiempo) Atenea Lara, con quien coincidí en Facebook, el siguiente cartón de una ironía filosófica estupenda. Es un buen cartón, pero del que, tal vez, muchos pueden hacer una lectura equivocada. 


El que una escultura se levante a "hacer" (quién sabe qué y cómo) no vuelve al concepto que representa el mejor. ¡Cuánta gente hay que hace por hacer!, ya por inquietita, por impaciente y no nada más por perseguir un objetivo concreto.

Por otro lado, no todo el que se detiene a meditar lo hecho y por hacer adopta la mejor postura (y no me refiero a la física). Pensar también es un hacer. Todo acto es un hacer, así se trate del más aparentemente pasivo.

Los seres humanos hemos entendido muy mal la diferencia entre acción y pasión. A la segunda le damos el valor exactamente contrario, por ejemplo, al hablar de la pasión amorosa: un amor ardiente, desenfrenado, lo llamamos apasionado, cuando no lo es en realidad, sino al contrario es llevar a efecto, a la práctica activa lo que previamente, en la pausa que significa la pasión fue acumulándose en la forma de energía, de emoción hasta alcanzar tal punto bullendo que se hace difícil si no imposible impedir su estallido "pasional" (origen de la acción).

Infusión
Yo no conozco ninguna escultura llamada así "The Doer" (El hacedor), ojalá algún lector me dé luz al respecto y me permita ampliar en consecuencia el elogio de la lectura de este cartón y de lo que, derivado de su disfrute, he hallado a continuación. Pero sí conozco, entre mis pasiones que mueven a mi alma a la acción pensativa, reflexiva obras tan elogiables como las siguientes:


Aunque la idea de una infusión pueda parecer pasiva, en la profundidad de la meditación está el motivo de infundir en las cosas el alma de quien las piensa. Algo que bien sabe también "El hacedor de guachipola".

"El hacedor de guachipola"
Guachipola es un barbarismo, no es una palabra que exista. Deriva de un error de pronunciación del término usado en Ecuador para denominar al aguardiante de caña: guachicola. Tampoco debe confundirse con la palabra "guaripola", como se llama en Chile al bastón o la persona de mando con que se dirige un desfile. En esta pintura y siguiendo con la idea original de este Elogio de la Lectura, la propuesta de diferenciar al pensador del hacedor descansa en los efluvios motivadores que colocan al hombre entre la embriaguez adormecedora y la efusividad deshinibida por causa del espíritu de la caña. El mismo espíritu que, metafóricamente, empapando el bastón de mando puede ser soporte del meditabundo o potenciador de la acción con rumbo.

"El hacedor de Máscaras" por
Carlos Orduña Barrera
De esta manera empieza uno, en esa búsqueda de justificar la reflexión que mueve a la aventura. Y navegando en esa tarea me he topado con el blog del taller "El hacedor" dedicado a la escultura y artes manuales.

Por supuesto salta a la memoria la compilación de narraciones, ensayos breves y textos poéticos más íntimo de Jorge Luis Borges intitulado El hacedor, donde incluye el texto así nombrado, libro por el que a Borges se le conoce con el sobre nombre de "El hacedor";
 la novela "El hacedor de fantasmas" escrita por Dan Abnet; la pintura mexicana "El hacedor de máscaras"; la novela de Olaf Stapledon El hacedor de estrellas; cuentos como "El hacedor de milagros", este otro de filiación cristiana, "El sabio hacedor de milagros"...
Este título de "hacedor de milagros ha sido empleado para distintos textos, filmes, obras de teatro, poemas como este "Hacedor de milagros: sentimiento" escrito por Sahid Villela o este otro "El hacedor de milagros" salido de la inspiración de Anita González Llamas. Sin olvidar la maestría literaria (sin desprecio ninguno respecto de los ya mencionados) de Gabriel García Márquez en el cuento "Blacamán el bueno, hacedor de milagros" (incluido en sus Cuentos Peregrinos).

Así podría seguir, elogiando textos, imágenes, obras diversas, compartiéndolas para el solaz de quienes se asomen a esta aportación. Pero es obvio que no lo haré. No por pereza, sino porque la idea sola de ser hacedor puede ser tan tentadora...

Hay personas para quien "El Pensador" de Rodin encierra la desesperación de la inactividad evidente, sin detenerse a observar que muchas veces, si no a cada momento, cada decisión y oportunidad que se nos ofrecen en la senda de la vida no pueden efectuarse a tontas y a locas. Es verdad que dejarse llevar por los impulsos, fluir con las cosas y el tiempo es lo que puede sacarnos del marasmo existencial, sin embargo es de sabios prudentes ubicarse en el justo medio: ni la ataraxia del escepticismo, ni la alocada euforia de la prisa por comenzar y acabar.

Termino recordando y elogiando el monólogo teatral que me ha venido a la mente tras este cartón, también salido de la pluma del gran Gabo, "Diatriba de amor contra un hombre sentado"; porque sí, la mujer tiene tanto de hacedor no solamente por la maquinaria maravillosa de sus entrañas milagrosas, sino por la fuerza que la impele a amar, a huir, a confrontar la vida.

Personalmente me identifico con el pensador, no nada más en tanto varón meditabundo, sino por haber en él (en mí) el gérmen del hacedor, el mismo que ahora, aquí, has podido ver en la forma de un discurso hecho con algo mucho más que solo palabras y que se desvían ahora en este punto para llevarte a mi VETA Literaria, para compartirte mi poema "Hacedora de ensueños" inspirado por la detonadora de este elogio enteramente dedicado a su escultural belleza, no a modo de autoelogio, sino con el afán de, quizá, obtener de ti, amigo lector, un mínimo de atención elogiosa.

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