A veces es mejor reírse de uno mismo antes que otros lo hagan y además de mala leche. Digo esto porque tengo detenida mi saga Calima desde hace varias semanas. Las causas las he sintetizado en una actualización ya publicada allá, en el espacio de la blovela, sin embargo aquí quisiera abundar en unos pocos detalles.
En un momento determinado, mientras avanzaba en la conformación del primer libro de la saga el conjunto de tramas y subtramas de ese libro y los subsiguientes empezaron a hacérseme nudo y los personajes ya parecían más grumos de engrudo que otra cosa. Pronto, realmente pronto me di cuenta que eso no iba por buen camino aunque parecía que con toda la planeación mantenía yo un cierto control sobre el proceso creativo. Sucedía que en mi afán por trabajar de forma simultánea la elaboración de los distintos libros con sus historias, me estaba complicando demasiado por "innovar" y por lo mismo corría riesgo de provocar el desinterés de los pocos o muchos lectores que pudieran estar interesados en un proyecto que ya a la fecha, en sus estadísticas, muestra poco más de trescientas visitas, nada despreciables si consideramos que comencé el proyecto en forma a comienzos de este 2022, si bien lo venía pergeñando desde años atrás.
No hice por lo tanto una pausa sino un alto total. Metí el freno de mano, es decir que jalé el cambio de la velocidad en el carro (para usar el significado etimológico de la palabra "cambio"). Como se dice en inglés, saltó la llamada de atención: "hold your horses!". Antes de que se desbocara el andar había que cortar el impetu, jalar las riendas, rayar la montura.
Seguí por lo tanto los consejos que otros y yo mismo hemos dado a escritores noveles, a los estudiantes. Porque a veces la experiencia y la sapiencia nos ensoberbecen y obnubilan. Entonces se hace necesario reconocernos tan inexpertos como el más neófito, porque cada día y cada proyecto significan un nuevo comienzo desde cero por más que se presuma de marquesa y de saber mover el abanico.
Así, a la par de una revisión intercalada con pausas reflexivas que motivaran incluso el olvido, el borroneo de lo trabajado para evitar los vicios adquiridos, sometí a la lectura de terceros lo escrito y escuché con cuidado las críticas. Reconocí los faltantes, los sobrantes, lo tergiversado. Tuve ante mí los dos grandes pecados en que puede incurrir un creador: o se preocupa demasiado por la planeación, o se preocupa demasiado por el lector final. ¡No! ¡No debe pesar ni lo uno ni lo otro! Lo único valioso es la historia, los son las historias, los personajes. Estos deben ser entrañables para fijarse en el ánimo del lector y sus historias, la forma de transcurrir y al margen de la técnica, deben ser legibles, apegadas a una lógica asequible. Entonces, sin perder de vista los objetivos originales, me di a la tarea de empezar de cero, trabajando uno a uno libro por libro, novela por novela y comenzando a redactar la primera, solo la primera, empero mirando de soslayo las siguientes y complementarias, independientemente del valor que puedan tener como antecedentes o consecuentes (precuelas y secuelas) en el cuerpo total de la saga.
Ahora, pues, lo escrito lo regresé a ser borrador y dentro de poco ya podrá leerse lo que espero ya sea la versión definitiva de los primeros capítulos del primer libro de esta mi blovela Calima a riesgo de que ustedes, amigos lectores, la vean como la carabina de Ambrosio, que se mantiene descargada detrás de la puerta.
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