Copyrights @ Journal 2014 - Designed By Templateism - Published By Gooyaabi Templates - SEO Plugin by MyBloggerLab

sábado, febrero 16, 2008

LA TINTA DEL DESEO

Primero que nada, agradezco los primeros comentarios recibidos tras mi anterior entrega. Una cosa puedo asegurar: soy lento, pero seguro. Espero no defraudar a quienes muy amable y atentamente han posado sus ojos en estas pretenciosas líneas.

Y sin más preámbulo declaro una primera confesión o descubrimiento, como se quiera tomar: ardua tarea es sin duda esto de escribir reseñas. Ardua y arriesgada.

Ardua, porque no es sencillo narrar la verdadera historia que se experimenta al leer. Arriesgada porque se corre el peligro de caer en la doble trampa del juicio crítico muchas veces odioso o del resumen monográfico. Surge entonces la duda existencial, reseñar o no reseñar... Criticar, resumir... Tal vez soñar.

Mi primera elección tras la fortuna de acceder a este espacio no tuvo que ver con el gusto por la obra de un autor, nada ni siquiera cercano a esto. Más bien la motivación descansó, como casi siempre, en la ignorancia.

Siempre he pensado que detrás de un escritor hay un lector. Corrijo. En un escritor, está latente un lector. Corrijo. Delante de todo escritor, se refleja un lector. Tal vez todas estas fórmulas estén equivocadas y sean totalmente al revés y detrás, en y delante de un lector palpite, asome y suceda un escritor.

Asumirme como lector asiduo, ávido, puede resultar tan petulante como afirmarme como escritor. Pero visto objetivamente el caso, en realidad tal acontece.

El lector, al tomar el libro, la cosa, la vida misma y atragantar sus sentidos con sus formas, colores, sonidos, silencios, dimensiones, atestigua la existencia misma, pero siempre desde una perspectiva limitada a su parcela de realidad dado que no puede abarcar todo. Por lo mismo, es sabido y se entiende al lector como un mero intérprete. Y he aquí el traslape, pues en cuanto comienza a interpretar, da paso a la construcción de un mundo de significados; transforma mediante su testimonio lo observado, lo sentido, y haciéndolo insufla vida y carácter a lo que toca con su imaginación creadora o, si se prefiere, recreadora.

CON LA LITERATURA EN EL CUERPO ENTRE LEGAJOS

Decidí leer a Alberto Ruy Sánchez sencillamente por desconocerlo. Como ejercicio de escrutinio.

Mientras llegaban los libros que me proveería la editorial Alfaguara, encontré en casa un volumen que adquiriera en una Feria del Libro. No lo había más que manoseado. No lo recordaba. Era, es de este autor a quien había visto y oído mentar en dos o tres entrevistas televisivas o periodísticas, y tras las que el hombre además me resultó una persona agradable en más de un sentido. Por lo tanto, esta iniciación partió del acercamiento a tres obras y no sólo a dos; de saludar a un completo extraño como quien sonríe graciosamente y con cortesía al convidado a un cóctel.

Igual que Cantinflas, así como digo una cosa digo otra, y ahora pienso que aparte de lo lucubrado líneas arriba, para que un lector cumpla cabalmente con su labor de escritor, no puede acercarse a su objeto de observación predisponiéndose. Su labor debe ser un poco más ingenua, su mirada ha de ser como la del científico principiante cuya curiosidad inocente le lleva a los descubrimientos más asombrosos.

De ese modo, de entre legajos, tomé el sugerente libro y comencé a devorarlo... saciándome de literatura en el cuerpo. ¿Lo que he ido descubriendo? Decididamente una mano fogosa.

jueves, febrero 14, 2008

BAUTIZAR EL AIRE

Recientemente se me han abierto las puertas de la oportunidad gracias a Alfaguara, Cadena de Lectores y Pauta Creativa. A partir de esta semana y contando seis meses (ojalá se prolongue el plazo para toda la vida y por ahí alguien se fije en mis palabras como algo más que una mera colaboración desinteresada); contando seis meses, decía, nos estaremos viendo por este espacio, amigos lectores, donde podremos comentar la experiencia de leer... y escribir y publicar.
En concordancia con el compromiso establecido luego de mi sorprendente fortuna (nunca me había ganado nada en mi vida), tomaré como un ejercicio cotidiano sentar aquí algunas frases, textos breves o largos, secuenciados o sin hilván alrededor de obras que iré leyendo, saboreando, desjugando para, con su sustancia, bautizar el aire que pueda colarse entre los renglones de este sitio.
A modo de bitácora, suerte de extensión de uno de mis blogs personales y grupo de amistades denominados "Elogio de la Lectura", mismo que forma parte de mi revista electrónica "Indicios Magazín-e", espero satisfacer la curiosidad de más de uno, provocar el comentario puntual, la verborrea indiscreta, la diatriba o el halago. En cualquier caso, buscaré corroborar que la interactividad internáutica es capaz de dar nombres al aire, tal como sugiere en su primera novela el autor que ocupará mis siguientes líneas, Alberto Ruy Sánchez, a quien -como a otros- de una vez aclaro que no habrá de esperar loas, señalamientos, juicios, recelos, sino especialmente vivencia, el resultado positivo o negativo de probar sus silencios envueltos en tinta.
Además, qué mejor que comenzar estas entregas en la fecha del Amor, el Deseo y la Amistad, con una obra del autor mencionado y que concentra ni más ni menos a los dos primeros: "Los nombres del aire".

martes, agosto 07, 2007

ELOGIO DE LA LECTURA


Por José Antonio de la Vega Torres


Corría el año 2005, impartía la materia de "Comprensión lectora" en la Universidad Interamericana para el Desarrollo, en México, y se me ocurrió llevar a los estudiantes a que, al final del curso, redactaran sendos ensayos basados o inspirados en el conjunto de las lecturas y ejercicios que hiciéramos. Dichos ensayos serían una paráfasis estructural del pequeño tratado escrito por Erasmo de Rotterdam intitulado Elogio de la Locura y habrían de titularse "Elogio de la Lectura".

La finalidad del curso y del trabajo no era forzar a los estudiantes a leer, sino a descubrir el potencial personal e individual para descubrir lo que hay detrás de las palabras, para navegar entre textos y comprender sus contextos.

Dado que para muchos estudiantes la lectura es un fastidio -comentaré en otro momento probables causas de ello-, mi intención era que miraran el mundo con ojos locuaces, ansiosos por descubrir universos paralelos, imaginando peligros, aventuras, soluciones que transportan las palabras al aire y este a nuestras vidas como posibilidades de ser.

Así surgió la idea de transitar del elogio de la locura como una explosión filosófica, una crítica política, una forma de humanismo enajenado, a un elogio de la lectura como una feliz inserción en las aguas interpretativas de la creatividad.

Ahora veo con agrado que esa misma idea, gata revolcada, la retoman los hacedores de la revista Letras Libres para su número de agosto. Nada mejor que ampliar los esfuerzos que comenzara hace dos años quien suscribe.

Como parte de ese curso y para mantener contacto con mis estudiantes (hasta la fecha) cree el grupo de discusión nombrado de igual manera "Elogio de la Lectura" en los grupos de Yahoo México. Aunque este grupo también atendía a los estudiantes de otra materia que impartía por entonces: Antropología, y por eso el nombre del grupo es "Elogio de la lectura / Meditaciones Antropológicas". Tras estos pasos iniciáticos, cree a comienzo de este año 2007 este blog que ahora lees, Elogio de la Lectura y su contraparte Meditaciones antropológicas como secciones de mi revista Indicios Magazín-e.

martes, junio 26, 2007

Historias al vapor



Introducción
Emiliano alzó la voz entre carcajadas y cerveza –¿no les has contado la historia del vapor?- a uno de sus amigos, en ese instante, la hermosa chaparrita a quien yo acompañaba esa tarde y un servidor, cruzamos las miradas como si a los dos nos hubiese caído un veinte, fue así que nació este concepto de “Historias al vapor”, que muy por el contrario de lo que cochambrosos y mentes non-sanas pudiesen pensar, no son cuentos (aunque podrían serlo) surgidos de un sudoroso baño de vapor comunal, donde al calor (obviamente) del vapor y un buen habano, podrían contarse estas y peores aún vivencias.

“Historias al vapor” es una selección de vivencias cotidianas que después de masticarlas concienzudamente, desmenuzarlas y limpiarlas, se someten a un periodo de cocción estilo olla express, donde se ablandan y amoldan para ser más que un manojo de renglones, un sabroso motivo de entretenimiento pasajero y de vez en cuando, un poco de reflexión.

Vengan pues lectores míos, a disfrutar de esta nueva saga de aventuras que de pronto podrían ser trozos de la vida mía y en ocasiones de algún incauto que se atraviese en mi camino.


Balón pié

Quién iba a pensar que después de 18 años de cuidados intensivos, sanaciones, limpias, purgas, exorcismos, rezos, circo, maroma y teatro para contrarrestar los efectos hipnóticos, fanáticos, pasionales, escandalosos y tumultuosos así como la limpieza profunda y constante –de esas que hasta duelen- de la mancha consanguínea que desafortunadamente había cargado durante los primeros ocho años de mi existencia, me iba a encontrar aquí sentado, contando esta historia...

Entre olas y patadas
Cuando la selección mexicana le ganara a la selección Búlgara en 1986 en pleno Estadio Azteca donde ya no cabía un alma más, yo no podía comprender muy bien lo que pasaba, todos levantábamos los brazos de manera intermitente formando así la famosa ola mexicana -que nos diera aún más fama de ocurrentes y creativos-, el comercial de la chiqui-ti-bum pasaba una y otra vez en las enormes pantallas del Azteca, corrían los vasos de cerveza, los perros calientes, se escuchaban los silbidos, las porras, los cornetazos y aún cuando no me lo creas, en aquellos ayeres, hasta los granaderos podían, despreocupadamente, permanecer atentos a las acciones en la cancha y los más aguerridos, hasta tomarse una cheve a discreción.

No sé en que momento le perdí el gusto al deporte de las patadas -si hasta lo llegué a jugar durante la escuela primaria y tenía una colección de estampas de los jugadores por países- y peor aún, comencé a considerarlo como un complot extra-terrestre para mantener distraídas a las masas o en el mejor de los casos para controlarlas –porque no vas a negar que el balón-pie controla poco más a la raza que la religión que practican- me resultaba aberrante la manera en que los aficionados permitían que la pasión se adueñara de sus estómagos e hipotálamos y se soltaran a llorar o a gritarle al televisor, cómo salían eufóricos a las calles cuando su equipo ganaba y sin más, detenían el tránsito de la avenida Reforma para juntarse en el Ángel de la Independencia y así promover el auge de las nuevas tradiciones mexicanas, pero algo sí es seguro, de que le perdí el gusto, se lo perdí, en verdad, si hasta evitaba las conversaciones sobre el tema, es más, nunca pude conversar al respecto con nadie, tanto era mi desinterés que ni sabía de estas cosas.

Quesadillas, tostadas de pata y novias con sabor a estadio
Y es en esta parte de la historia donde repito, quién iba a pensar que después de 18 años de cuidados intensivos, sanaciones, limpias, purgas y exorcismos, me iba a encontrar aquí sentado, comiendo una quesadilla de tinga en compañía de mi novia (Puma de corazón), mi suegro (anti-Puma de corazón y Pachuco de corazón) y mi suegra (partidaria ocasional del equipo favorito de corazón) con mi cara de palo, mis sonrisas condescendientes y un sinfín de preguntas reglamentarias inundándome el cerebro, -pero ahora entiendo lo que el contra-golpe significa, también del saque de meta y el de banda, el tenso penal, arbitro hijo de la chingada, si hasta me da coraje cuando interrumpen la transmisión para irse a comerciales- contando la historia de una época donde las Águilas del América han perdido preocupantemente a miles de adeptos al igual que las Chivas rayadas del Guadalajara, los Pumas de la UNAM llegan al bicampeonato y vaticinan un triple con la contratación de Bruno Marioni; un narcotraficante funda su propio equipo con el que segurito lava cantidades importantes de dinero, le pone Los dorados y nadie la hace de pedo, por todas partes vemos playeras, banderas, pintas, tajes, gorros, sombreros y hasta bufandas de su equipo favorito, el sí se pue-de, sí se pue-de, es hoy por hoy una plegaria que corean los alborotados aficionados, era una época salvaje donde la violencia entre porras se ha convertido en un incentivo para asistir a los estadios, una especie de costumbre animal les hace insultarse a diestra y siniestra y danzar por las calles y avenidas gritando conjuros extraños y por veces incomprensibles, era una época en la que el fútbol se ha convertido en un larguísimo y fortísimo brazo de la mercadotecnia de muchas marcas y ahora el sí se pue-de lo gritan los empresarios que a pasos agigantados inflaman sus arcas con el dinero de -los por fin pertenecientes a un movimiento- consumidores, era una época de excesos, de leyes incomprensibles, de brutalidad y de ignorancia, de goyas y huelums, de pechito en el césped, de caguamas y Bacardi.

¿Mi aprendizaje de todo esto?, Saber que al final de cada partido, seguiré teniendo una novia futbolera pero contenta, barriga llena, ideales rotos y una cita para el próximo encuentro, a la misma hora y por el mismo canal, sólo me queda una duda, ¿quién pagará esta vez las quesadillas? 

viernes, mayo 11, 2007

MELANCOLÍA


Recientemente he visto con grata sorpresa la
 cita referida a mi persona que incluyen ciertos usuarios del foro del sitio Portal Adulto Mayor en sus intercambios de misivas. La sorpresa es grata porque, lejos de cualquier sentimiento ególatra, me da gusto descubrir que unas pocas palabras mías pueden servir de ayuda ya sea para describir o explicar un estado de ánimo de forma real, más allá de lo puramente intelectual o académico, como me propuse al escribir esas líneas sobre el blues, pertenecientes a un ensayo sobre la familia intitulado Dos obras, dos autores que escribí y publiqué para la revista Razón y Palabra del Tecnológico de Monterrey.


Palabras extraídas, palabras transformadas
La descontextualización de las palabras suele ser problemática y hasta odiosa, pues les resta su sentido original, su nivel de pertenencia a un todo literario. Sin embargo, cuando la transliteración recarga a las palabras de un nuevo significado más personal de parte de quien las lee y al hacerlo las reconstruye, eso deja sin aliento aun al autor más exigente.
Gracias por citarme. Gracias a Dios por darme la inspiración suficiente para, a mi vez, servir de materia para la expresión de alguien más.
Si de algo les sirve a los melancólicos leer más cosas mías, tomando en cuenta esta experiencia, los invito y a sus allegados también a visitar mis blogs cuyos vínculos pueden encontrar en la columna lateral.
Ah, y de vez en cuando, no olviden hacer click en los anuncios que patrocinan estos sitios, al lector no le cuesta y así se sostiene mejor este espacio.

martes, abril 24, 2007

REBELDÍA O ¡AL DIABLO CON LA CRÍTICA

 








Declaración de Principios

(Texto escrito el 25 de febrero de 2007 y ampliado el mismo día de su publicación)

No existen las palabras perfectas; sólo hay construcciones oportunas e intenciones afortunadas.
La verdad de un texto descansa en el entramado de sus elementos, sea que estos se ajusten a un arreglo resultante de la casualidad, siempre espontánea, sea que obedezcan a un disciplinado orden previsto por una voluntad siempre inconforme con el estado que guardan las cosas.
Hace tiempo me preocupaba mucho -demasiado, diría yo- que lo escrito por mi pluma fuera perfecto, acomodado a las normas más estrictas de la literatura y sujeto a las posibles expectativas de futuros e ignotos lectores y críticos de mi trabajo expresivo. El temor al rechazo me hizo dudar en más de una ocasión y a causa de ello muchos poemas, cuentos, ensayos y novelas se quedaron durmiendo el sueño de los justos en cajones, cuadernos, papeles sueltos, como simples notas tímidas ante del qué sentirán.

Entre el rechazo y la aceptación
Pero no sólo el miedo al rechazo de mi producción literaria fue un freno, también lo fue el temor a su aceptación, a los efectos probables y soñados que podría tener mi palabra. Y este arredramiento fue más fuerte por fundado.
Jamás, en realidad, estuve siquiera sometido al juicio de críticos profesionales, a no ser las opiniones de condiscípulos, amigos o familiares, quizás alguno que otro discípulo. ¡Claro que esas no son críticas! Apenas son halagos comedidos o desaprobación desinteresada. Sin embargo, hubo un día...
Uno, que guardo celosamente en la memoria y hoy escapa indecente mientras ambienta la habitación la versión orquestal de Stokowsky a la Tocatta y Fuga de J. S. Bach. Ese día, por descuido de mi parte, una compañera de la universidad hojeó mi cuaderno de poemas y leyó uno que la conmovió hasta las lágrimas.
Me reclamó admirada. Cuando caí en cuenta del hecho, no supe cómo reaccionar. ¿Con vergüenza del que sabe desnudada su alma? ¿Con coraje de quien se siente vejado en su intimidad? ¿Cómo?
Sólo acerté a callar, a cerrar mi cuaderno de poemas y a meditar sobre el poder de las palabras y sobre la medida de sus intenciones.
Fue un descubrimiento maravilloso: con mis palabras, auténticas y sin retoques perfeccionistas, podía conmocionar ya a llanto, ya a risa.
Desde entonces no me preocupo por hacer grandes correcciones. Este mismo texto, sale de un sólo intento o casi. Eso sí, el esfuerzo consiste en dejar que la naturalidad del lenguaje fluya de manera comprometida, pues cada letra, cada signo, cada frase, es mi responsabilidad, y la amplitud del léxico no puede ni debe verse mermada en afán de la simplicitud y la simplicidad.
Hoy construyo desde la vena, y con su tinta saludable firmo la declaración de principios a partir de la cual me rebelo ante la crítica y grito desde la colina, como Zaratustra: ¡Adelante! ¡Léeme! ¡Arranca mi corazón palpitante! ¡Crítico, ya llegó el que estaba ausente!